Por un suceso (in)esperado ahora dispongo de más tiempo para escribir. Sin embargo, igual no me alcanzan los días para contarles todo lo que está pasando. ¡Que vida!
Servicio de marras
Un sábado de marras (como me gusta esa palabra) amanecí con el antojo de comer carne. Como tenía que ir luego a la universidad escogí un restaurante que estuviera en el camino. Craso error. Hubiera escogido uno más lejos pero que atienda mejor.
Hasta la fecha "El Charrúa" me había obsequiado con experiencias memorables. Pero un restaurante no es bueno o malo per se, sino cuando logra mantener su calidad. Para comenzar, nada me fastidia más cuando pido una recomendación que me sugieran lo más caro de la carta. No es el tema del costo sino la total falta de criterio porque éramos dos personas y en la vida íbamos a terminar un corte de 800 gramos. ¿Qué acaso les dan comisión? (Me hace acordar al gracioso ese de La Carreta que me recomendó "entraña americana" y terminé comiendo una suela) El resto de mozos estaba más preocupado del partido de la Champions League en la pantalla gigante en lugar de atender las mesas.
Hasta la fecha "El Charrúa" me había obsequiado con experiencias memorables. Pero un restaurante no es bueno o malo per se, sino cuando logra mantener su calidad. Para comenzar, nada me fastidia más cuando pido una recomendación que me sugieran lo más caro de la carta. No es el tema del costo sino la total falta de criterio porque éramos dos personas y en la vida íbamos a terminar un corte de 800 gramos. ¿Qué acaso les dan comisión? (Me hace acordar al gracioso ese de La Carreta que me recomendó "entraña americana" y terminé comiendo una suela) El resto de mozos estaba más preocupado del partido de la Champions League en la pantalla gigante en lugar de atender las mesas.
Detalle de la ensalada parrillera |
El Charrúa queda en Av. Javier Prado Este 5898, La Molina.
Horario: Lunes a sábado de 12:00 a 12:00 a.m. Domingos de 12:00 a 6:00 p.m.
Teléfono: 434-5503
Helado de marras
Tuve un diálogo muy interesante con un chef amigo respecto al uso de helado industrial en los postres. No llegamos a un acuerdo satisfactorio pero si a una conclusión: "Si quieres comer un postre con un buen helado, ándate a una heladería" (Entre líneas: Y no fastidies)
Después de ver una película en el cine Alcázar tenía ganas de comer un postre. San Antonio quedaba lejos, no quería comer helado de L'aritza, el Gourmet Deli ya estaba cerrado así que caminando por la avenida Conquistadores llegué a la Antigua Bodega Dalmacia.
A pesar que eran las nueve y media de la noche el local sólo tenía dos mesas ocupadas. Mejor, "así me atenderán más rápido" pensé. Sin embargo cuando le pedí al mozo que me traiga sólo la carta de postres puso una expresión de pocos amigos. La tarta tatin que llegó a la mesa fue uno de los peores postres del mes. De acuerdo a la receta básica la tarta debe tener una base de masa pero lo único que hicieron fue darme las manzanas acarameladas y ni siquiera estaban calientes. Como la trajeron de inmediato seguro esperaban que me vaya lo más pronto posible. Para mayor inri lo sirvieron con una bola de helado D'Onofrio, esa insufrible mezcla de azúcar y aceite vegetal. Por S/.19.00 diría que es la estafa del mes.
Tarta tatin y helado D'Onofrio |
Torta de chocolate y helado de frutos rojos |
Cuanta razón tenía mi amigo chef y eso algo que les voy a recomendar a ustedes. Salvo honrosas excepciones todos los restaurantes utilizan helado industrial para acompañar sus postres. (Incluso el restaurante de la estrella repostera del cable) Sé que es un gusto adquirido pero si alguna vez probaran un helado de vainilla natural se darían cuenta cómo hemos vivido engañados durante años. Ni modo, será cuestión de costos o costumbre pero los restaurantes siempre tendrán la de ganar.
Antigua Bodega D queda en Av. Conquistadores 1238, San Isidro.
Delicass queda en Av. Primavera 654, Surco.
El que reniega pierde
Antes que aprender a comer aprendí a leer y si bien dudo que algún día sea crítico literario tranquilamente puedo identificar cuando disfruto leyendo un libro. O no.
A mis manos llega "El que se pica pierde" un libro escrito por Jorge Sandoval, cocinero y diplomado en Gestión de Restaurantes en Le Cordon Bleu Peru. Son 49 páginas en las que intenta "retratar la otra cara del auge de la cocina en nuestro país" ¿Será que por fin alguien se atrevió a ponerle el cascabel al gato? No hay que ser muy suspicaz para saber que el boom gastronómico no beneficia necesariamente a todos por igual pero es un tema que tiene muchas aristas y que, por falta de información, prefiero no tocar.
Sin embargo, lo que hubiera podido ser un relato interesante termina siendo una visceral catarsis en donde ningún personaje es bueno. Después de leerlo me queda claro que los proveedores son estafadores, ninguna cocina es limpia, los mozos son vengativos por naturaleza y los dueños de restaurantes son unos tiranos desalmados. ¿Es que acaso el autor nunca tuvo una experiencia buena en su carrera? Yo también he pasado momentos difíciles en mi vida profesional pero siempre han habido personas que me inspiraron para no rendirme o en todo caso me aconsejaron para mejorar mi percepción y dar una vuelta de tuerca a los problemas que siempre aparecen.
En el sentido literario parece que hubiera sido escrito apresuradamente. No hay una estructura clara en los capítulos. Las experiencias vividas se mezclan con denuncias a media luz, recomendaciones a los futuros estudiantes de cocina e incluso propuestas de mejora para nuestra gastronomía (¿?). La intención original se esfuma y algunos temas resultan interesantes como anécdota pero completamente irrelevantes para el desarrollo. Espero que al cocinero-autor no se pique, porque si bien valoro que haya prescindido del tono "políticamente correcto" creo que le falta redondear la estructura para disfrutarlo como si fuera su mejor plato de comida.