domingo, 6 de diciembre de 2015

Café de la Paz (Cinco razones para ser feliz)

Manejar en plena hora punta o caminar alrededor de obras en construcción no es una experiencia agradable para nadie que quiera darse una vuelta por Miraflores. Sin embargo a veces es posible encontrar motivos para sonreír en medio del desorden. 

Hace algunas semanas tuve la oportunidad de visitar el primer local del Café de la Paz en la calle Tarata. Fue interesante conocer la historia y el mensaje que lleva, además pude probar sus cafés especiales acompañados de un buen postre. Sin embargo, me quedé con la espina de evaluar su carta de platos de fondo, una propuesta de comida peruana con algunos guiños a la gastronomía francesa, ideal para los turistas que deambulan por la zona. Por eso cuando me invitaron a una cena maridaje de cinco tiempos exclusiva para medios saqué mi agenda y sin dudarlo confirmé mi asistencia.

Tartare de salmón
Llego temprano a la cena y me doy cuenta que (para variar) soy el único en cumplir con la hora pactada en la invitación. Valga la pena mencionarlo, hasta ahora no me queda claro por qué en estos eventos gastronómicos la impuntualidad de los invitados es de antología. No puedo recordar una sola ocasión en que todos hayan asistido a la hora indicada. Peor, nunca faltará quien llegue al último y con una sonrisa de oreja a oreja diga "buenas tardes" como si fuera un chiste. En fin, ojalá algún día en este país aprendamos a respetar los horarios para no abusar de la buena voluntad de los restauradores que siempre nos reciben con su mejor ánimo. 

Empieza la jornada con un tartare de salmón con palta, una entrada ligera y suficiente para abrir el apetito, sobre todo cuando el pescado no sucumbe ante exceso de sazón. La grasa natural del salmón, si bien tiene en la palta a un catalizador, pide un maridaje que potencie esos sabores. Nada mejor que unas burbujas: un espumante Chandon Brut Rosé. Hasta ahora no entiendo el estigma que existe sobre los rosé, son vinos fáciles de entender y se adecúan sin problema a cualquier tipo de plato. ¡Vamos por más!

Sopa de cebolla
Teniendo en cuenta el aire de café bistrot que hay en este local no podía faltar una tradicional sopa de cebolla, ideal para estas tardes de frío que aún se resisten a dejarnos. La ejecución es simple, cebolla blanca salteada y flambeada, a la que se agrega fondo de res y demi-glace para terminar coronándola con una tostada gratinada y queso gruyere. Cada cucharada era un disfrute intenso de esos sabores y aunque estaba muy caliente igual no paré hasta acabar mi porción. ¿No quedará un poquito?  El maridaje fue Santa Helena pinot noir, cepa de la que un sommelier me dijo que salen vinos muy buenos o muy malos. Me alegra decir que este caso fue lo primero porque sus notas dulces complementaban los sabores de la cebolla caramelizada.

Seguimos con un cordial de pollo a la fiorentina. No hay sorpresa, es la clásica a pechuga de pollo bañada en salsa bechamel con espinaca y champiñones, un plato cotidiano pero que exige cierto precisión en la cocción del corte. El acompañamiento es un arroz a la parmesana (más hubiera sido exageración) porque la salsa del pollo ameritaba algo neutro. El maridaje es un Kaiken Malbec 2011 Reserva. Los maridajes sirven para descubrir nuevas sensaciones y acostumbrado a probar esta cepa con carnes rojas de larga cocción o a la parrilla descubro que no le va nada mal a las aves.

Salmón braseado. Lenteja bebé. Rataotuille.
El cuarto tiempo es un salmón braseado en mantequilla al dill sobre cama de lentejas bebé y ratatouille de vegetales. Las lentejas siempre serán un reto para el comensal peruano acostumbrado a comerlas con un contundente aderezo de ajo y cebolla y un huevo frito encima. Por eso encontrarlos en una versión ligera acompañada de ratatouille exige cierto margen de tolerancia. La idea es fungir de acompañamiento al salmón cuya cocción estuvo al punto ideal. El vino elegido, y que amarra tan bién con la brasa, es un Chardonnay Famiglia Bianchi 2014. Ya hace mucho que he cambiado mi preferencia por el Sauvignon Blanc en beneficio de esta cepa, más elegante con sabores precisos por las notas de madera que le dejan los 8 meses de paso por barrica. 

Crepe Miraflorino
"No hay cena completa sin postre" debe ser la frase más repetida en la historia del blog. ¿Qué le vamos a hacer? Soy dulcero de nacimiento y no imagino otra manera de cerrar una comida. Esta vez me sirven un clásico crepe flambeado con jugo de naranja y brandy al que se le ha agregado trozos de manzana acaramelada y pasas borrachas. Nada exagerado ni muy elaborado, suficiente para salir feliz y hacer una buena digestión. Insuficiente para calmar mi antojo de dulce aunque mejor para ellos porque así se aseguran que el blogger regrese. Aparentemente me leyeron la mente porque en lugar de vino lo acompañaron con un té negro con manzana roja y canela. Ojo, cuando se pide a la carta se prepara a la manera tradicional realizando el flambeado delante del cliente. 

Es obvio que en una cena maridaje los restaurantes querrán mostrar su mejor cara presentando sus especialidades pero en general me dejaron una buena impresión. Quizá el manejo de los tiempos no fue perfecto pero son detalles que siempre aparecen cuando se trata de cenas grupales. Igual me han dejado con la curiosidad de investigar el resto de la carta y amerita un par de visitas más para dar una opinión final. Así tenga que luchar contra el tráfico volveré. Palabra de blogger.

Café de La Paz queda en Calle Lima 351, Miraflores.
Teléfono: 241-6043
Estacionamiento: Mejor dejar el carro en alguna playa aledaña. 
Volvería: Por la sopa de cebolla, por los crepes... Tengo varias razones.

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