martes, 6 de diciembre de 2016

Buenos Aires (Guerra de clásicos)

Los clásicos nunca fallan. ¿O sí?

Café Tortoni (Clásico de clásicos) 
Caminando por la avenida de Mayo me detuve al ver una larga fila de personas delante de un local. ¿Y esto? ¿Qué de bueno habría para justificar tamaña multitud? 

Confieso que visité el café Tortoni de puro novelero. En mi lista de cosas que detesto en la vida, hacer colas siempre ocupará el primer lugar. Sin embargo, en este caso la fila se movía con rapidez y no fue necesario usar a mis magras reservas de paciencia. Cuando me dejan pasar sentí como si hubiera viajado en el tiempo. Mozos con uniforme, una barra con infinidad de licores, mesas de mármol y esculturas de personajes argentinos. Queda claro porque lo han incluido en la lista de "bares notables" de Buenos Aires.

Esta visita se dio luego del olvidable almuerzo en La Cabaña así que no había espacio para postre aunque si muchas ganas de cambiar el sabor de boca. Para alegrar la tarde nada mejor que mi eterno café americano. Sorpresa, me traen además un vaso de agua frisada helada para equilibrar la robustez de ese café. Pero el postre es lo que me hace abrir los ojos, la selva negra tiene una capa de bizcocho, chantilly y una capa de mousse de chocolate, muy lejana de esas versiones limeñas remojadas de almíbar. Es el acompañamiento perfecto para mi café y la disfruto muy lentamente, tanto para saborearla como para alargar mi estancia en este local tan famoso.

Si pasan por el Café Tortoni no dejen pasar la oportunidad de hacerle una visita. Quizá el motivo principal es tomarse una foto de recuerdo junto a las esculturas de personalidades argentinas pero la estancia, con grupos de turistas y todo, resultó muy agradable. Nadie puede con los clásicos, con espera y todo.

Café Tortoni queda en Av. de Mayo 825, Buenos Aires.
Volvería: Sí. Disfruté mucho la visita.

El Vesubio (Clásica recomendación) 
Fue en este café donde conocí a Katia Documet, blogger gastronómica radicada en Buenos Aires hace ya mucho tiempo y que fue mi mejor guía en la ciudad.

La primera vez que visité en El Vesubio inmediatamente lo relacioné con el Manolo de Lima. Fíjense en los paralelos: es una cafetería que tiene muchos años de existencia, en su carta ofrecen churros con chocolate de taza y entre los mozos no había jóvenes. Aquella vez una copa de helado fue suficiente para alegrar la jornada pero esta vez ameritaba probar algo más.

Vista del salón. Chocolate espeso.
Sándwich académico. Churros con submarino.
Como era media tarde sólo deseba consumir algo ligero antes de ir a descansar al hotel. Pedí un sándwich académico, intrigado más que nada por el nombre. No hay ciencia en un sándwich de jamón, tomate y queso gratinado, más siempre les digo que lo más simple es lo más difícil de lograr. Me sorprende no poder evocar algo parecido en Lima, tan simple pero tan sabroso.  Para acompañar ordené un "chocolate espeso" y terminé arrepintiéndome al primer sorbo. ¡Su mismo nombre lo dice, es un chocolate extraordinariamente denso, aún si piden agua y leche adicional no podrán rebajarlo. Mejor ordenen un clásico submarino, una taza de leche hirviendo con una barra de chocolate Aguila para remover e ir disolviendo lentamente. Queda perfecto con los churros de la casa.

La experiencia en el Vesubio no tiene picos altos más pero a veces cumplir las expectativas basta para retirarse con buen sabor de boca y, sobre todo, la sensación de haber conocido un pedacito de historia.

El Vesubio queda en Av. Corrientes 1181, Buenos Aires.
Volvería: Sí, esos churros con chocolate son de antología.


La Biela (Errar es clásico)

Cuando vi que en un programa peruano mencionaban a La Biela como un clásico lamenté haber dejado pasar la oportunidad de conocerlo en mis anteriores viajes. Ahora, de vuelta en la ciudad, y pese a las advertencias de mi amiga Katia, decidí hacerles una visita.

Fachada del local. Capuccino.
Mixto. Pollo y palmitos.
Entro a La Biela y percibo un ambiente similar al de las cafeterías ya nombradas en este post. El origen de su nombre se da en 1950, cuando la afición por el automovilismo se puso de moda y la cafetería se convirtió en un lugar de encuentro para los aficionados (Gracias Wikipedia) No hay mucha variedad en la carta aunque noto que incluye un sobrecosto en caso uno decida disfrutar la comida en la terraza. Bueno, estando en Recoleta, zona eminentemente turística, no me sorprende.

Para variar decido empezar mi desayuno con un capuccino. Tanto tiempo que no pedía este café que lo disfruto desde el primer sorbo, aunque ahora prescindo del azúcar sin remilgos. De comer pido lo más simple, un mixto de miga, que llega quemado a la mesa. Vaya, ¿cómo pueden fallar en algo tan simple? Pero es el sándwich de pollo el que me hace levantar la ceja al notar que el relleno está helado, como si lo hubieran sacado al momento de la refrigeradora. El uso de salsa golf industrial tampoco mejora la situación. 

Me retiro decepcionado de La Biela. No tanto por lo que me ofrecieron sino por la comparación con las otras cafeterías. En fin, tal como siempre hago en este blog desde sus inicios, cuento la historia me vaya bien o mal. Le daré el beneficio de la duda.

La Biela queda en Manuel Quintana 596, Buenos Aires.
Volvería: A media tarde. Quizá a esa hora funciona bien.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Tampoco me gusta hacer cola y tampoco tengo nada de paciencia... y menos cuando todo se demora porque UNA persona plantea problemas de lo más banales. En fin, por lo demás, qué pena por lo de La Biela, sobre todo si lo recomiendan tanto (bien por Katia).