sábado, 15 de noviembre de 2014

Chicago I: La ciudad del viento

Vista de la avenida Washington
¿Sorprendidos? Así es, por fin puedo contarles por qué debí hacer una pausa tan larga durante el mes de octubre. Tuve que viajar a Chicago como parte de un equipo responsable de implementar un proyecto global en los headquarters de mi empresa. No negaré que fue duro olvidarme del blog por todo este tiempo pero la responsabilidad es primero y era una oportunidad muy importante para mi desarrollo profesional. Ser parte de un equipo multicultural permite conocer otras realidades, interactuar con diferentes estilos de trabajo y mejorar el nivel hablado de idiomas extranjeros. No saben cuantas veces agradecí a mis padres haberme brindado una educación que me permite hablar tres idiomas. A pesar de las jornadas tan largas en la oficina encontré tiempo para probar la típica comida norteamericana y para investigar nuevos sabores en una de las ciudades mas importantes de Estados Unidos.

A manera de introducción les dejaré algunos datos que les pueden servir en caso alguna vez visiten esta ciudad. Para hacer turismo compré una tarjeta Citypass por USD 94.00 Vamos, sé que no es barato pero les permite visitar cinco atracciones turísticas por un único precio con gran la ventaja que pueden hacer uso del Fastpass. Es decir, olvídense de las colas y las caras largas, tendrán acceso inmediato sin ningún tipo de espera, pero de todos modos pasarán por los rigurosos controles de calidad. Mejor aún, como es válida por nueve días pueden planificar tranquilamente cuando visitar cada atracción.


T-Rex en el Field Museum
Yo comencé el tour en el Shedd Aquarium. Habia peces de todos los tamaños, formas y colores, especies marinas que nunca imaginé ver y de todas partes del mundo. El ticket más caro incluye un espectáculo de delfines y belugas, donde les explican cómo los entrenan y también pueden disfrutar de algunas piruetas que realizan los animales. Pueden ir al Stingray Touch que si bien no implica ningún riesgo al final no es una sensación muy agradable tocar a la mantaraya. El Adler Planetarium no me resultó tan atractivo, quizá es mejor que lo visiten sólo si son aficionados a la astronomía o conocedores del tema. Les recomiendo la asistencia a los diversos documentales que ofrece y planearlo de acuerdo al horario. Atención que desde este punto se pueden tomar una fotos espectaculares de la ciudad. Reserven un día entero para el Field Museum. No sólo tiene un tiranosaurio completo en el hall, también hay una completa exhibición de fósiles de dinosaurios. Me alegro mucho encontrar huacos de la cultura Inca y pre-incaicas pero también pude ver otras exhibiciones de culturas latinoamericanas y considero que no tienen nada que envidiarnos. Tengan en cuenta que no les estoy contando ni la décima parte de todo lo que pueden encontrar en este museo, es demasiado grande y también tienen salas especiales que varían cada cierto tiempo.

Hancock Tower
Existen dos torres famosas en Chicago: Hancock 360° y Willis Skydeck. La torre Hancock se convirtió de inmediato en mi favorita porque era mi punto de referencia cuando caminaba por el Magnificent Mile y quería saber cómo regresar al hotel. Estar con el mapa en la mano es un grito desesperado a los transeúntes de "soy turista y me siento perdido" Por eso bastaba ver la punta de la torre para saber adonde ir. La vista desde el último piso de la torres es extraordinaria. Cada lado es más espectacular que el otro y no se cansarán de tomar fotos. Tambien ofrecen el "Tilt", una especie de plataforma que se inclina a 30 grados mirando hacia abajo. Claro por un costo adicional y con la exclusividad de las fotografías. A mi no me pareció gran cosa pagar 7 dólares por 30 segundos pero depende del gusto de cada uno. La torre Willis es muy parecida aunque me pareció menos moderna que la Hancock y no tan bien organizada. Pero también tiene su atractivo: el "Ledge", un escalón de vidrio que sobresale del edificio y que da la impresion de estar parado sobre el aire. Abstenerse los que tienen miedo a las alturas porque vi gente gritar apenas ponían el pie encima del escalón de marras. Dato adicional, si hay un grupo de amigos delante de ustedes mejor déjenlo pasar. De lo contrario no podrán posar tranquilos porque los estarán interrumpiendo constantemente y no se irán hasta tomarse fotos en todas las posiciones habidas y por haber. Como en toda atracción turística el negocio es venderles fotos tomadas por profesionales y retocadas con photoshop a un precio bastante alto. Por supuesto que lo más recomendable es ir a primera hora para evitar las colas. 

El "frijol"
Antes que me olvide, cuando lean que Chicago es la Windy City (Ciudad de los vientos) tómenlo en serio. A pesar que ese título se lo pusieron por motivos políticos, es la primera vez en mi vida que, al igual que en las películas, siento que el viento me arrastra cuando estoy caminando. Peor aún, si está lloviendo y no tienen paraguas prepárense porque nadie los salvara del chaparrón. Créanme que mi optimismo duró toda la semana que hubo sol porque apenas las nubes hicieron acto de presencia me di cuenta que mi idea de "No necesito paraguas, las oficinas están cerca de  mi hotel" fue una mera ilusión. Felizmente en una farmacia cercana encontré un paraguas que me acompañó durante toda mi estadía. Claro, al final decidió que le gustaba más Estados Unidos y decidió quedarse en el hotel.

Ahora sí, comienza la ruta del el blogger en Chicago. ¡Prepárense para todo lo que se viene!

Para mayor información sobre los beneficios de usar la tarjeta Citypass pueden consultar el link http://es.citypass.com/chicago

domingo, 9 de noviembre de 2014

New York III: El poder de la barbacoa

Seamos sinceros ¿Cuántos de nosotros hemos comido una verdadera barbeque en Lima?  Me acuerdo que en la prehistoria del blog iba al Tony Roma's a comer su filete de cerdo a la BBQ, un kassler bañado generosamente en salsa BBQ de la casa, tal vez algo empalagosa aunque ideal para el gusto peruano. Siendo joven e impresionable pensaba que era uno de los mejores platos de Lima pero cuando desapareció de su carta lo fui olvidando gradualmente.
Vista del counter
El último día de mi estancia en New York la meta era visitar Mighty Quinn's. Queda claro que no es nada sencillo salir a comer en Estados Unidos. A diferencia de nosotros que salimos a Javier Prado y tomamos cualquier desvío a San Isidro o Miraflores en las carreteras americanas el más ligero desliz terminará alejándolos varios kilómetros del objetivo. Peor aún cuando uno llama al restaurante y se encuentra con la versión americana del "aquicito no más" Felizmente la paciencia de mis amigos fue lo suficientemente grande, encontramos el bendito restaurante para, al fin, satisfacer mi curiosidad de probar la verdadera barbeque americana.
El enfoque del lugar es bastante sencillo. Llama la atención ver un counter al estilo autoservicio donde uno menciona lo que desea y el dependiente se encarga de cortar y servir la carne en unos envases descartables de cartón. Se eligen los acompañamientos y se cancela el pedido. Cualquier distraído (inclúyanme en ese grupo) pensaría en un fast food pero es cuando uno llega a la mesa que descubre como la realidad puede superar tremendamente las expectativas.

Spare Ribs
Según he leído en su web el secreto del éxito de Mighty Quinns es utilizar insumos de calidad y una cocción tradicional durante varias horas. Muchas veces en Lima se habla de carne que no necesita cuchillo para comerla pero al final siempre descuidan el sabor. Incluso en restaurantes de marca donde presumen de los famosos cortes cocidos durante 40 horas el resultado final deja mucho que desear. 

Comienzo con el Brisket, un corte de la parte baja del tórax de la res, y que por la cantidad de músculo requiere de una cocción muy cuidadosa. La carne se defiende sola, un toque de sal de Maldon es más que suficiente para sazonarla y no hay que ser un erudito para reconocer sus virtudes. Continúo con el Pulled Pork, la carne de cerdo deshilachada con salsa BBQ que no me impresiona aunque me alegra verla porque ahora tengo un punto de referencia. Resulta que varios sitios en Lima (dicen que) lo preparan. Siguen las clásicas Spare Ribs, y no desperdicio una sola brizna de carne, negándome tercamente a agregarle la salsa BBQ de la casa. Quiero probar el verdadero sabor de la carne y no me arrepiento. Pero al final termino capitulando con el Burnt Ends, el corte de brisket trozado y mezclado con su salsa BBQ casera. Y esa es la gran diferencia que existe con las salsas industriales que estamos mal acostumbrados a probar. Aquí se integra con la carne, no es invasiva al paladar y ayuda a que la experiencia sea redonda.
La famosa salsa BBQ
No quise darle tanta prioridad a los acompañamientos porque no quería nada que me distrajera del sabor de la carne. Suficiente con decir que me volví fanático de la ensalada de col, cuya frescura era innegable en su versión clásica o cremosa. Pequeño detalle, los chiles no pican, se asemejan más a un encurtido pero hay que olvidarse del gusto peruano por los sabores intensos.
Este post marca el final de mi aventura por Nueva York. Sería muy ligero de mi parte afirmar que conocí la ciudad habiendo estado tan pocos días pero a la oportunidad la pintan calva y no tenía más alternativa que luchar contra el tiempo. Tuve que sacrificar visitas a restaurantes pero me di el gusto de cumplir varios sueños. ¿Se imaginan al blogger posando con su corona de plástico delante de la estatua de la Libertad? ¿Se imaginan lo que sentí cuando entré al Lego Store en el Rockefeller Center? En fin, alguien me dijo que para conocer esta ciudad habría que permanecer allí mínimo un año y considero que no exagera. Pero no se desilusionen que todavía hay mucho (mucho más) por contar en el blog. Sí, lo de Nueva York fue una mera introducción. Prepárense.

Para saber más de los locales de Mighty Quinn's Barbeque pueden visitar su web
mightyquinnsbbq.com

jueves, 6 de noviembre de 2014

New York II: El blogger en Chinatown

Algo me dice que estamos en Chinatown
Cuando uno llega a una ciudad tan grande, y el tiempo de permanencia es tan corto, a medida que transcurren las horas el optimismo se convierte en un lastre. El día se va oscureciendo, aumenta la afluencia de gente en las calles y las distancias parecen cada vez más grandes. Las ganas que uno siente de tomarse la foto para el recuerdo se van desvaneciendo y sólo se piensa regresar cuanto antes para tomar un duchazo y descansar a pierna suelta. De no ser por mis amigos hubiera terminado entrando a cualquier McDonalds's rendido de hambre y cansancio pero con su ayuda logré llegar a uno de los principales objetivos del viaje. 

Vista del salón
La primera señal que estaba en Chinatown fue cuando llegué a un parque y vi los letreros con ideogramas chinos. Inicialmente había imaginado encontrar ancianos practicando tai chi o jugando mah jong pero sólo vi mesas ocupadas por ciudadanos chinos fumando y jugando cartas animadamente. Aunque para mi consuelo más allá encontré un grupo de personas tocando música en instrumentos tradicionales. Conforme iba transitando por las calles me sentía emocionado de ver los restaurantes, las tiendas con productos chinos y los locales ofreciendo tratamientos de medicina tradicional. Sin embargo mi meta era llegar a Oriental Garden, un restaurante donde, según me habían informado, van los verdaderos conocedores. 

Lo primero que llama la atención de este local son las peceras ubicadas en la entrada. Una amiga me explicó que eso es común en los restaurantes de comida china donde si el cliente pide un plato con mariscos están obligados a enseñarle el insumo vivo antes de cocinarlo. Claro que el precio va acorde con el capricho pero si uno dispone de los medios ¿Por qué no darse el gusto? La decoración en tonos rojos con imágenes del dragón y el ave fénix (símbolos auspiciosos de buena ventura) me hizo recordar a unos de los chifas más conocidos de Lima y que hasta hace poco ocupaba los puestos de vanguardia en una prestigiosa lista. 

Degustación de Dim-Sum
Cuando pedí la carta me llamó la atención ver que era muy parecida a la que ofrecen en cualquier chifa de Lima. Las especialidades de la casa, platos ordenados por secciones de acuerdo al tipo de carne que contenían y los infaltables menús para varias personas. Sólo faltaba el letrerito de "todo menú sale con sopa o wantan frito". Mi intención era alejarme de los platos más comunes pero el mozo hablaba tan bien el inglés como yo el chino así que no logramos entendernos. Al final traté de hacer lo mejor posible guiándome por los nombre en inglés. Obvio que pedir un chi jau kay jubiera sido poco menos que una herejía pero al final la suerte se puso de mi lado. 

Comencé con la degustación de dim sum. Señores, es momento que sepan que existe algo más allá del wantán y del siu mai. Arriésguense a pedir bocadillos vegetarianos, con mariscos o mixtos, la experiencia siempre valdrá la pena. Mejor aún si no pierden de vista la textura de la pasta porque es la mejor señal que están hechos al momentos. La salsita de sillao con verduras le cayó muy bien, teniendo en cuenta la peruanísima manía de remojar toda en algún aderezo. 

Pulpo frito picante
Seguí con el famoso taco chino, plato que no es exclusivo de China sino que se prepara en toda Asia en diferentes versiones que se distinguen por la variedad de ingredientes utilizados en su preparación. Mi referencia más cercana es el que probé en casa de una amiga china donde le daban un infernal toque picante (Siempre me han gustado los sabores intensos) e incluía choclito de conserva. El que me trajeron era una mezcla de carne de pato y cerdo picada y sazonada con salsa de ostión. Básico, viene servido sobre una hoja de lechuga que aporta un toque de frescura y un agradable crocante. Está claro que el truco es prepararlo y comerlo de inmediato o el calor terminaría marchitando la lechuga.

Costillas de cerdo con piña y lychee
Para los fondos comencé con las costillas de cerdo con piña y lychee. Quizá las expectativas jugaron en contra de este plato porque se me antojó muy parecido a lo que se puede encontrar en cualquier chifa de Lima. Los chinos saben que la carne pegada al hueso es la más sabrosa y este plato es el mejor ejemplo. Trozos de costilla crocantes por fuera, jugosos por dentro. Si bien el lychee es una de mis frutas favoritas, el dulzor puede llegar a resultar empalagoso. Si quieren probar algo parecido (o mejor aún) pueden ordenar las costillitas a la miel del Four Seas International House. 

 No podía faltar un plato de mariscos y me decidí por el pulpo frito picante. Inicialmente pensé que sería una especie de cacerola pero lo que llegó a la mesa fue algo muy parecido al chicharrón de pulpo que sirven en una cebichería. Echenle la culpa a la mala traducción pero no trajo ninguna sorpresa. Peor aún del picante no había rastro y si hubiera tenido una de nuestras famosas cremas de rocoto el plato habría adquirido una nueva dimensión. Pasable. 

Lo Mein de carne
Ya me han enseñado que todo almuerzo de comida china debe terminar con un plato de fideos como signo de larga vida y como buen alumno aplicado ordené unos Lo Mein de carne. Nuevamente faltó la vuelta de tuerca que me justifique haber llegado tan lejos pero al menos la carne no tenía sabor a bicarbonato, recurso manido que se utiliza para ablandarla. Extrañé el sabor ahumado que le hubiera dado una pasada en wok pero al menos se alejan de esos fideos sancochados que suelen abundar en los chifas limeños. Para terminar nos trajeron de cortesía una porción de naranja fresca y jugosa para limpiar el paladar. La atención fue correcta y si bien no encontré puntos destacables (suficientemente complicado fue hacerle entender al mozo lo que deseaba ordenar de la carta) tampoco les criticaría nada. Me retiro del Oriental Garden con la satisfacción de haber comprobado que su estilo cantonés no tiene nada que envidiarle a lo que se puede encontrar en Lima. Las comparaciones son mezquinas pero ustedes ya saben que tengo mis chifas favoritos y tranquilamente podrían hacerle la competencia. Eso sí, me queda la pica de ver como ofrecían los productos vivos pero en nuestro caso hay regulaciones que impiden este tipo de actividades. 

Caserito, lleve su rico longan.
De todo modos Chinatown aún no quería dejar tranquilo al blogger y todavía me deparaban algunas sorpresas. Cuando me retiré ya había anochecido y por unos minutos sentí que estaba de vuelta en el Centro de Lima. Ambulantes, puestos de comida, incluso algunas personas me hablaron en chino aunque no tenía la menor idea de lo que buscaban (José luego me explicó que estaban ofreciéndome productos de dudosa calidad, actividad clandestina que está penada por la ley para ambas partes). No negaré que sentí algo de aprensión pero cuando vi el letrero de la estación del metro el alivio volvió a mi cuerpo. Las luces que anunciaban "Welcome to Chinatown" fueron lo último que vi (y veré) de este barrio. 

Oriental Garden queda en 14 Elizabeth Street New York.

lunes, 3 de noviembre de 2014

New York I: El blogger en la Gran Manzana.

Mi calle es Nueva York

Me robo el nombre de una canción de la Oreja de Van Gogh (Frank Sinatra hubiera sido una referencia muy obvia) para comenzar a relatar mi aventura por New York. Hasta ahora no me queda claro como logré visitar una ciudad tan grande en un período de tiempo tan breve y si bien el metro fue una gran ayuda para acortar distancias al final tuve que concentrar esfuerzos en visitar lo más importante y sacrificar, con todo el dolor del corazón (y de mi estómago) otros lugares. Aunque suene difícil de creer tengo experiencia en estas lides y si les contara de la vez que visité París en 48 horas, torre Eiffel incluida, no me creerían…
Vuelve a llover sobre Manhattan...
Confieso que el viaje estuvo más enfocado en el turismo y en hacer realidad algunos sueños. No hay palabras que puedan describir lo que uno siente cuando por primera vez llega a la Estatua de la Libertad o divisa la ciudad entera desde el Empire State. Tenía las mejores intenciones de recopilar material para el blog  pero el tiempo y las distancias fueron mis mayores obstáculos. A eso habría que agregar la gran cantidad de personas que abarrotaban los sitios más turísticos (caminar por Times Square me hizo recordar cuando leí sobre los infiernos de Dante) pero eso es inevitable cuando uno visita una ciudad tan famosa.
Vista de la Estatua de la Libertad
Este viaje no hubiera sido posible sin la calurosa hospitalidad de José y Katia, un matrimonio peruano que lleva años viviendo en USA. No sólo me abrieron las puertas de su casa (y de su alacena) sino que tuvieron la paciencia de guiarme por la ciudad y acompañarme en los recorridos turísticos. Mejor aún, pudimos visitar un par de restaurantes que me habían recomendado. Sin embargo lo mejor de todo fueron las conversaciones vespertinas devorando sándwiches de mantequilla de maní con mermelada. Fue muy interesante conocer la difícil realidad de vivir fuera del país de origen y también discurrir sobre el relativo éxito relativo de las ferias gastronómicas peruanas y de ciertos artistas que se precian de triunfar en USA (mejor dicho, sólo en la colonia peruana) Todo el mérito de este viaje les corresponde a ambos y espero verlos pronto en Lima para llevarlos a mis lugares favoritos.
También le debo una mención especial a mi amiga Rocío por el apoyo logístico que me brindó para que este viaje fuera posible. El plan original que elaboré falló a última hora por circunstancias ajenas a mi control y como todos mis esfuerzos estaban enfocados en el trabajo había ya descartado la posibilidad del viaje. Pero su arequipeña tenacidad fue motivación suficiente para no rendirme y aprovechar la oportunidad que tenía de conocer Nueva York. Mi agradecimiento por su desinteresada colaboración.
Ahora sí, ¡que comience la trilogía neoyorquina!
El templo del chocolate
Vista de la tienda
Caminando por Times Square llegué a una pastelería muy conocida y mencionada en todas las guías de New York. Sin embargo cuando vi la afluencia de gente y la cola que habia en la entrada decidí que no valía la pena perder tanto tiempo para comer un postre de marras. ¿Qué le vamos a hacer? La paciencia nunca ha sido una de mis virtudes y cada minuto contaba durante mi visita a la Gran Manzana. Pero la Providencia es generosa y nunca se olvida del blogger y cuando estaba a una cuadra del Rockefeller Center sin darme cuenta encontré una tienda donde la felicidad estaba en cada rincón. Vamos, cualquier lugar que diga chocolate en la entrada siempre llamará mi atención.
La Maison du Chocolat es una marca francesa que ofrece una gran variedad de productos con chocolate. Con tiendas en ciudades tan importantes como Londres, Tokyo, Hong Kong, Dubai y Kuwait estaba claro que me enfrentaría a una propuesta de altísima calidad. El calor insoportable hizo que me fije primero en los helados de la casa. Vainilla natural (con los clásicos puntitos negros), chocolate de leche y frambuesa. Triple combinación ganadora.
Macarrones
Pero como no había entrado a una tienda tan fastuosa para comer helado comencé a pasear por las vitrinas. Bombones, trufas, macarrones, eclair, cada postre era más llamativo que el anterior. Me encontraba en una situación perder-perder, algunos precios se veían prohibitivos y cualquier opción que escogiera significaría dejar de probar otra. Felizmente apareció en mi ayuda una dependiente que, literalmente, me enamoró hablando de cada una de las creaciones. Se tomó todo el tiempo del mundo explicándome el origen del cacao, dejándome probar bombones con diversos porcentajes de cacao, enseñándome como catar el chocolate con los cinco sentidos. (Ya lo sabía pero la explicación era tan deliciosa que no me atreví a interrumpirla) Al final me retiré de la tienda con un forado en mi tarjeta de crédito pero con la felicidad de saber que en Lima disfrutaría de una espectacular colección de barras de degustación. ¿Qué le vamos a hacer? Una parte de mi corazón se quedó en esta tienda de New York.
Para conocer las tiendas de Maison de chocolat en New York pueden entrar a la página 
www.lamaisonduchocolat.com

Obama's Subs
Recuerdo de la visita presidencial
El día que mi vuelo partía de New York José me dijo: "No te puedes ir sin conocer la sanguchería que visitó Obama" Inicialmente pensé que era una exageración digna de un meme de Neil deGrasse pero cuando me llevó al local y vi en el mostrador la foto del presidente sosteniendo un submarino y un empaque con su autógrafo me quedé sin palabras.  Según me cuenta José un día la calle donde se ubica la sanguchería fue cerrada, los policías desalojaron a los curiosos y luego apareció todo un cortejo custodiando a Barack Obama. No logro imaginar que emocionante debió ser para los trabajadores tener la oportunidad de atender al mandatario.
Como el blogger nunca se queda con el clavo José me invitó a probar uno de los famosos sándwiches. Imagínense un pan alargado relleno de embutidos cortados al momentos (que manía de los americanos por la pechuga de pavo) con queso, lechuga, tomate y una generosa porción de mayonesa. No hay ciencia ni sorpresas pero cuando me pongo a pensar en como una de nuestra cafeterías favoritas tiene la costumbre de tener los sándwiches ya preparados dentro de una refrigeradora no puedo dejar de reconocer el mérito de esta sanguchería. Pequeño detalle, por el tamaño dudo que una sola persona pueda terminar sola un sándwich. Aunque quien sabe, si uno es presidente de un país tan poderoso tal vez terminarlo sea una mera cuestión de trámite.
Tastees Sub queda en 267 Plainfield Avenue (near Rt27) Edison