sábado, 7 de febrero de 2015

Chicago VII: Tan lejos, tan cerca

Luego de 18 días sin probar un plato de comida peruana ya estaba comenzando a desesperarme. Vamos, sé que al estar en otro país tenía infinidad de posibilidades para investigar nuevos estilos de cocina pero ya me hacía falta un probar un ají diferente a la salsa tabasco. La infinita cortesía de Gastón Acurio hizo que un simple mail de consulta tenga como resultado una invitación a Tanta Chicago y la oportunidad de encontrarme con Victoriano López. Que lujo.

Nigiri criollo
Si hay algo que debo agradecer a la Providencia es haberme alojado en el Radisson Blu Hotel. No sólo me encontraba a cinco minutos de mi oficina sino que estaba relativamente a un paso de los malls, los lugares turísticos y a cualquier restaurante que se me ocurriera visitar. Y eso sin dejar de mencionar al CVS donde todos los días me compraba una barra de Lindt. Después de consultar Google Maps me di cuenta que tampoco estaba muy lejos de Tanta Chicago. Aprovechando que salí temprano de la oficina me alisté muy emocionado para el esperado reencuentro con la comida peruana.

Llego a Tanta y me reciben en la barra con un peruanísimo pisco sour. No soy experto en mixología pero logro percibir que es menos dulce y no tan cargado de alcohol, factores entendibles por la obligación de adaptarse al paladar americano. Victoriano López aparece y me informa que es el trago más vendido del restaurante. Con un año y tres meses intuyo que el restaurante ya está bien cimentado. Noto un público netamente americano y variado: grupos de amigos, parejas y personas solas disfrutando de una carta concisa pero con los mejores platos de comida peruana. ¡Hasta un chaufa aeropuerto se puede encontrar!

Cebiche clásico
Viendo el local lleno es innegable el éxito del restaurante. Y la pregunta cae por su propio peso ¿Qué es lo que ha logrado Tanta que no hizo La Mar en New York? La respuesta no me sorprende, el público de Chicago es más abierto a recibir nuevas propuestas gastronómicas. Habiendo estado en las dos ciudades puedo afirmar que en la "Windy City" la gente es extraordinariamente amable. Durante los 28 días que estuve percibí todas clase de gestos corteses, desde pedir disculpas si es que por alguna razón se topaban conmigo, ofrecerse a tomar fotos en las atracciones turísticas o prestarme ayuda cuando no sabía que ruta tomar en el metro o bus. Sin embargo en Nueva York...

Como suelo hacer cuando me invitan a un restaurante prefiero que el chef elija los platos por mí. Digamos que él sabe cuáles son sus armas secretas, léase especialidades.  Comenzamos con un nigiri criollo: arroz sushi, conchas de abanico, jugo de lomo saltado y crema de rocoto. La textura del arroz sushi es impecable, melosa y sin verse afectada por el jugo del lomo saltado. Los sabores del rocoto y el saltado son equilibrados y las conchas no pierden protagonismo. Seguimos con un cebiche clásico de mahi-mahi. Aquí no se creen en la diplomacia, el picante del ajpi estalla en boca y me pongo a pensar como afrontan los americanos este reto que, incluso para mí que estoy acostumbrado, se me antoja muy intenso. Según me comenta Victoriano no hay ningún inconveniente para conseguir insumos peruanos de todo tipo en Estados Unidos y replicar los platos adecuadamente.

Anticucho de corazón. Anticucho de pulpo
La causa de cangrejo con tartar de palta no trae sorpresas pero sí mucha alegría. ¡Después de tanto tiempo sentir la papa con el limón! Un toque de salsa huancaína casí me hace soltar una lágrima al reencontrarme con este plato tan casero pero muy querido. La presentación en forma de una bolita de papa con el topping de los ingredientes se me antoja más elegante que la tradicional. Continuo con dos palitos de anticucho: corazón de res con ají de huacatay y chalaquita y de pulpo con chimichurri y crema de aceituna. Cuando se habla de anticuchos el punto de cocción lo es todo. La porción que me sirven es pequeña, como un "appetizer" y han prescindido de la papa dorada.


Vale la pena hacer un comentario. Al haberme ubicado en la barra disfruto de un sitio estratégico que me deja una amplia vista del salon. Puedo observar como trabajan en la estación de cebiches y también espiar disimuladamente las reacciones de los clientes al probar los platos. Pero lo que me deja atónito fue cuando vi como el gerente del local inspeccionaba los platos y con un par de palitos chinos se aseguraba que el emplatado sea perfecto. ¿Obsesión por los detalles? Eso sólo lo veo en (algunos) restaurantes de hotel y merece palabras de elogio.

Lomo saltado
Termina la cena con un reto que le planteé al sous chef. Un plato con tanta historia y cuya versión final resume varios estilos de cocina. Sólo pregúntense ¿quién le agregó sillao al lomo? Primer detalle: papas fritas adentro, si ya sé que es cuestión de gustos pero cuando se utiliza papa peruana. crocante por fuera y arenosa por dentro. La carne en el punto correcto de cocción, rosada y manteniendo todos sus sabores. El ahumado infaltable y un toque preciso de sillao me hacen sentir orgulloso que sea idéntico al que se come en Lima. Blogger convencido, reto superado.

Pero faltaba el cierre de fiesta que vino en forma de un alfajor con manjarblanco de lucuma, salsa de chocolate y helado de vainilla. Si el chocolate y la lúcuma hacen un matrimonio perfecto para toda la vida, agregar helado de vainilla ya es una tentación en la cual definitivamente caeré. Noten en la foto los puntos de vainilla natural en el helado y el brillo del chocolate. Impecable. Está claro que no han descuidado la carta de postres y se puede encontrar verdaderos clásicos aunque, por error, olvidé consultar al personal sobre la acogida que tienen.

Alfajor. Manjar de lúcuma. Helado de vainilla.
La experiencia en Tanta fue muy satisfactoria. Me alegró encontrar platos bien preparados y muy parecidos a los que se encontrarían en cualquier restaurante de Lima. Si bien es necesario tomar en cuenta que los americanos tienen gustos diferentes pueden ver en las fotos que no se han hecho cambios radicales. La conversación con Victoriano López fue muy extensa y hablamos sobre el reto que significa llevar nuestra gastronomía a otro país y todo lo que implica administrar el restaurante. Mi agradecimiento a Gastón Acurio y todo el equipo de Tanta Chicago que me hicieron sentir como en casa.

Camino de regreso al hotel feliz de la vida con lágrimas en los ojos y aceptando que, no es exageración, lo que más extrañamos los peruanos cuando nos vamos del país es nuestra comida. Nuestros platos a veces recargados de condimentos y combinaciones exageradas pero que son parte de nuestra vida. Y de nuestra esencia.

Tanta queda en 118 West Grand Avenue.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Definitivamente, cuando un peruano sale del país, lo que más extraña es la comida. Y eso que el tuyo era un viaje con retorno. Bien por ti que lograste encontrar algo muy bueno para superar la nostalgia culinaria.