jueves, 18 de enero de 2018

Lo que dejó el 2017 (III)

Tal cual vengo haciendo hace varios años en este blog, aquí nos gusta contar siempre la historia completa para bien o para mal. A pesar que con los años he aprendido a escoger pacientemente los restaurantes que visito, mi exceso de optimismo a veces me hace fallar en gran estilo y este post es un resumen de las peores experiencias del año. 

El peso de la tradición.
¿Arroz con pollo?
Dejo constancia que sólo acudí a este local porque mi madre quería recordar épocas felices de su infancia. Si bien los restaurantes de comida criolla no suelen traer sorpresas, mis expectativas se elevaron levemente cuando apareció la dueña y se lanzó con una perorata sobre la historia del restaurante, las recetas recuperada y la tradición que se respira en cada rincón del salón.

Sin embargo, y tal cual me pasó en cierto restaurante de Lince cuyo nombre ya olvidé, la realidad fue más horrible de lo que esperaba. El arroz con pollo de la foto no se ve muy apetecible que digamos, lo cual ya es mal síntoma porque realmente hay que esforzarse para arruinar una receta tan simple. El problema se dio cuando corté la presa de pollo y descubrí que el centro estaba muy frío, lo que me hizo pensar seriamente si me habían servido un plato del día anterior. Probablemente alguien diga esos errores son frecuentes, pero cuando se tiene el descaro de cobrar S/.44.00 por un plato casero no hay derecho a cometerlos.

El tiro de gracia fue que la dueña, a pesar que la convoqué, nunca se acercó a escuchar mi reclamo. Por lo visto las reservas de buena onda se acaban al momento de la presentación pero no cuando se trata de atender a un cliente insatisfecho.

Lección para el restaurador: Si vas a poner tu mejor cara para recibir a los clientes, pónla también para aceptar las quejas.


De como odiar el panetón en 5 minutos.
¿Panetón?
"¡La navidad llegó a (...) y con ella nuestro panetón preparado artesanalmente con arancia candita importada. 940 gramos de sabor, tradición y mucho cariño. ¡Tutto fatto in casa!" Esa es la presentación que hizo una cafetería en su página web para el panetón más decepcionante que he probado en el año. 

No hay ciencia cuando se trabaja con masas. O lo haces bien o lo haces bien. No hay segundas oportunidades y si fallaste en alguna parte del proceso esto influirá inevitablemente en el resultado. Eso es lo que yo debí recordar cuando abrí la caja azul decorada primorosamente con cintas marrones. ¡El panetón no había levado! Mi primera reacción fue ir corriendo a devolverlo, pero manejar un domingo en la tarde por la avenida Javier Prado no es una tarea muy placentera que digamos. Además ¿qué tan malo podría estar?

Cuando lo corté descubrí que la nefanda realidad. Sí, estaban las famosas naranjas confitadas pero la textura era una desgracia. Ni hebra, ni "memoria" del panetón, era poco menos que un keke reseco. En serio, amigo restaurador, ¿no te diste cuenta al momento del empaque que tu panetón no estaba bien hecho? ¿Y aún así lo sacaste a la venta? Lo que sea no recomendaré ningún producto que venga de esta cafetería, y eso que me había dejado muy buen sabor de boca en una ocasión. 

Lección para el restaurador: Si un lote de tu producto salió mal, no lo vendas. Acuérdate lo que pasó con la cerveza Pilsen.

La maldición de la pasta.
Debe haber un genio maligno que cada vez que visito un restaurante italiano me susurra al oído: "pide panzotti, pide panzotti" De otra manera no me explico porque sigo ordenando esta pasta de marras.

Hhhmmm... panzotti
Haciendo memoria fue en La Bistecca donde comí panzotti por primera vez. Como era un buffet de pastas solían servir dos unidades con lo cual, uno quedaba más que satisfecho. ¿Será entonces ese evento lo que me motivó a pedirlos? Asumo mi parte de culpa porque a veces entro en modo "piloto automático" y ordeno por ordenar.

Sólo eso explica que haya pedido el plato de la foto. Unos panzotti de asado de tira y una salsa tipo huancaína, inexplicable combinación de proteína y grasa que auguraba una larga digestión. Nada que un bajativo no pueda solucionar aunque lo que me sacó de cuadro fue que cuando corté los fideos los bordes estaban completamente crudos, totalmente fuera de cocción. Algún pecado debo haber estado pagando o me habrá alcanzado la venganza de un cocinero para que me hayan servido un plato así. Estimado restaurador, ¿escuchaste alguna vez la frase "no hay segundas oportunidades para causar una primera buena impresión"?

Lección para el blogger: No volver a pedir panzotti. Nunca más.

El rico bluff
La rica cola.
Voy a dejar algo bien en claro, no se trata del producto si no de toda la alharaca que generó en redes el famoso local de Surquillo. Criticar una opción de bajo costo es mezquino pero cuando yo la probé no me quedó claro como logró mantener en vilo a los medios de comunicación durante varias semanas. 

El producto en sí no pasa de ser algo medianamente aceptable pero considero que su popularidad fue resultado de una combinación de varios factores: el ansia de generar likes de algunos advenedizos gastronómicos, la novelería limeña y la infame censura a contar la historia completa, léase criticar. 

Yo no fui parte de aquella ola mediática porque nunca me ha interesado hacer lo mismo que el resto. Me conformé con narrar la experiencia completa, considerando incluso la larga hora que estuve esperando. Si bien en los ultos meses han aparecido incontables páginas de recomendaciones, la mayoría se me antoja una vana competencia para ver quién toma la foto más nítida con el smartphone. Vamos chicos, un poco de capacidad crítica sería deseable, ¿o es que son de esas personas que, tal cual decía la canción de Los Prisioneros, nunca quedan mal con nadie? 

Lección para ustedes: Omitir detalles en una historia para quedar bien es poco menos que mentir.

3 comentarios:

Gabriela dijo...

Deberías poner los nombres de los lugares, para saber a dónde no ir.

Anónimo dijo...

Concuerdo, deberías poner el nombre de los locales.

Anónimo dijo...

Exacto pon los nombre