jueves, 19 de noviembre de 2015

Swissôtel (La vuelta al mundo)

La cerveza está de fiesta

¡Sí! Llega el Oktoberfest a Lima, la tradicional fiesta de la cerveza que se celebra hace más de 200 años en la ciudad de München (Alemania). Ojo, no estoy hablando de ese festival de marras que organiza cierta marca y que al final es un pretexto para aumentar las ventas de su cerveza industrial. Al final de cuentas el blogger siempre preferirá comer antes que tomar y no iba a dejar pasar la oportunidad de darme una vuelta por mi hotel favorito para encontrarme con lo mejor de la gastronomía alemana.

Dicen que los peruanos comemos bastante pero ya quisiera verlos enfrentados a un buffet de comida alemana. Donde uno espera ver entradas frescas y ligeras me encuentro con ensaladas repletas de salchichas en rodajas y cebollas o con la tradicional ensalada de papa donde el aliño de mayonesa la convierte tranquilamente en un plato de fondo. No importa, la idea es disfrutar estos contundentes manjares acompañados de un vaso de cerveza Erdinger.

En la estación de platos de fondo levanto la ceja, soy un fan acérrimo de la carne de cerdo pero esto es una exageración. Si no es el nudo de cerdo es un guiso con papas y cuatro variedades de salchichas. No, por favor no quiero ver más carne. Vano optimismo porque en la estación de carving hay una una pierna de cerdo deshuesada, lista para degustar con variedad de mostazas alemanas. ¿O será mejor un toque de puré de manzana para adelantarme a la Navidad?

Este buffet es una prueba de fuego para los que presumen de ser unos tragaldabas. Yo sigo bregando por los platos de fondo y no puedo desdeñar los spätzle, pasta alemana al huevo de textura muy suave y que suele usarse como acompañamiento. En el momento exacto en que estaba dispuesto a claudicar viene un mozo y me deja un plato con cuatro variedades de chorizos a la parrilla. Respiro profundo y sacando fuerzas de flaqueza (además falta el postre) intento probar siquiera una rodaja de cada uno. Caramelizados por fuera, jugosos por dentro y con un toque de la contundente mostaza alemana es suficiente para dar por concluida mi visita. ¿Seguro?

Error, aún falta un último paso: la estación de postres. Me espera una torta selva negra entera, con todo el sabor del kirsch, ese licor de cereza, ingrediente fundamental que suele ser esquivo en Lima. Hay variedad de postres pero la experiencia ha mermado mi resistencia y debo resignarme a comer un último trozo de Selva Negra. No sé por qué he recordado la última goleada que le dio la selección de Alemania a Brasil en el último Mundial de fútbol. No importa, el próximo año nos volveremos a encontrar y estaré listo para la revancha.


¿Qué culpa tiene el blogger?

Apenas había salido del Oktoberfest y ya tenía en mi correo la publicidad del próximo festival gastronómico. ¿Otra vez al Swissôtel, blogger? Bueno, ¿cuántas veces al año uno tiene la oportunidad de encontrarse con nuevos estilos de comida. Como blogger gastronómico no es sólo la experiencia sino la responsabilidad de aprender.

Teniendo que nunca había probado comida turca en mi vida ( no cuenta el döner kebab con salsa huancaína que me sirvieron en un desayuno buffet) todo era nuevo para mí en este festival. Más que una cuestión de gusto el tema era hacer acopio de valentía y probar un poco de todo.

Comienzo en la estación de entradas y un terror infantil hace su aparición: las berenjenas y las aceitunas. Canastos, ¡Cuantos platos con esos ingredientes que odio desde niño! No importa, me sirvo un poco de bulgur, un guso de trigo frío sazonado con una especie de ají panca. No queda mal y sobre todo cuando lo acompaño con una mezcla de pollo molido con nueces cuyo nombre nadie atina a decirme. Sabores ligeros, fáciles de asimilar, suficiente para abrir el apetito. Es momento de atacar los platos de fondo donde el cordero es el protagonista. Una canilla de cordero al horno se convierte en el reto del día, esta porción tranquilamente alcanza para dos personas. Sigo con los kofte, lo más parecido a unas albóndigas de carne pero sin la salsa que esta vez acompaño de una ensalada y pickles a discreción. Para variar de tanta carne pruebo la corvina a la sal. Nada que envidiarle a nuestra chita pero si mucho por aprender pues aquí no se necesita ningún aderezo recargado para que disfrutar el sabor del pescado. Un döner kebab es el último manotazo de ahogado para escapar de tanta proteína.

Estaba vez me alegré de guardar espacio para el postre, sobre todo cuando probé el sütlac, una variedad de arroz con leche aunque de textura mucho más líquida y que además es gratinado al horno. Dejando a un lado el chauvinismo, no es tan empalagoso como el nuestro y combinaba perfecto con la fruta fresca. No me acerqué a la baklava porque el exceso de grasa y yo nunca nos llevaremos bien. Me alegro de encontrar los lokum (delicias turcas), una gomas con píiacho y almendras. Cuando estuve en Chicago un compañero del equipo de trabajo las llevó para convidar y fueron un éxito. Tanto que me piqué y como sea busqué una caja de toffees La Ibérica para hacerles la bronca. A un peruano no le van a ganar en cuestiones de dulces.

Me retiro del Festival Turco contento por haber probado un poco de todo e intrigado por haber descubiertos nuevos sabores y textura. Encuentro puntos en común con nuestra gastronomía y me doy cuenta, que con todo lo que presumimos, allá afuera hay todo un mundo de sabores por investigar. Cuestión y dinero pero también de responsabilidad. 

Swissôtel queda en Santo Toribio 173, San Isidro.
Los festivales gastronómicos se anuncian en el Facebook del hotel.
El ticket promedio es S/.100.00 por persona.
Estacionamiento: Valet parking

1 comentario:

Gabriela dijo...

Creo que lo he dicho más de una vez: qué suerte tienes de que los restaurantes consideren tanto tu labor que no dejan de invitarte.