martes, 26 de abril de 2011

Kamcha (Aún le falta cancha)

En busca de un restaurante que ofreciera comida peruana a precios razonables y guiándome de lo que leí recientemente en el periódico, decidí visitar Kamcha, una nueva presencia en el mercado que busca convertirse en un "templo culinario de la cocina peruana" (sic) Con una decoración fresca, un salón elegante y un ambiente que es un homenaje a los mercados, Kamcha ofrece una carta muy variada donde están presentes los platos peruanos más representativos de la cocina nacional.

Comencé con un dip Kamcha, compuesto de tres capas de guacamole, salchicha huachana y frijoles servidos con chips de yuca. Pareciera algo pesado pero resultó una entrada muy agradable. Con una reminiscencia a los clásicos nachos mexicanos sólo que aquí lo han adaptado a nuestra realidad incluyendo la salchicha huachana. Pidan hojuelas de yuca adicionales porque no alcanzan ni para la tercera parte del dip. Tal vez deberían servirlo con otro acompañamiento para disfrutarlo mejor pero incluso se deja comer solo.

Después ordené un pato de Trujillo: un guiso de pato deshuesado servido con yucas, frijoles y arroz. Punto a favor, no tienen que pelearse con la presa del pato porque viene deshuesada. El guiso tiene la textura y el sabor que sólo se consiguen después de una larga cocción. Me sorprendieron con los frijoles porque estuvieron demasiado buenos. Atención, que este plato tiene su gemelo en el cabrito a la norteña: el mismo aderezo, el mismo acompañamiento, lo único que cambia es el tipo de carne.

Me arriesgué pidiendo también su arroz con pato al estilo trujillano pero no cumplieron con mis expectativas. Me queda muy claro que sólo debe comerse en Chiclayo pero nunca pierdo la esperanza de encontrar uno que no me decepcione. El problema fue que me sirvieron un plato de arroz verde con una presa frita de pato encima que me recordó más a un pollo broaster. Ok, estaba bien cocinado pero ¿dónde quedó el aderezo en que debe cocinarse el pato y que es la esencia de este plato? Para culminar el almuerzo revisé la sección postres y decidí probar mi suerte con unos napoleones de arroz con leche acompañados de compota de membrillo. Las obleas estuvieron bastante crocantes y el membrillo venía con el toque ácido ideal para cortar el dulce. No me gustó que el arroz con leche estuviera frío porque me dio la impresión, quizá incorrecta, que era del día anterior. Llena y aunque no convence, hay que aplaudir el intento de salir de la clásica crema volteada o el aburrido combinado patrio.

Me quedé con algunas dudas respecto a Kamcha así que decidí darles una segunda visita. Esta vez pedí muy optimista una ocopa pero fallaron estrepitosamente. No tengo mucho que decir de esta entrada, salvo que sería conveniente darle la receta al cocinero. Era una salsa verde con demasiado sabor a huacatay y ningún vestigio de otros ingredientes. En cuanto a los quesitos fritos a la arequipeña no sean amarretes, mejor ni los mencionen en la carta porque dos trocitos no alcanzan ni para darse una idea de su sabor.

Algo debió advertirme que si la ocopa estuvo para el olvido la huancaína no sería mejor. Pero no podía hacer nada porque ya había ordenado los papardelle a la huancaína con pez espada en salsa de pimienta negra. Demasiado nombre para este plato porque la huancaína no tenía una buena textura y no se mezcló bien con la pasta. De sabor tampoco me pareció nada rescatable. Tuve que conformarme con el filete de pez espada que tenía buen sabor pero en algunas partes se había pasado del punto de cocción. Para no ser ser diplomático: estaba quemado.

Me fue mejor con el lomo saltado con tacu-tacu. Es innegable la maestría que tienen en este restaurante cocinando platos con frejoles. El lomo saltado tenía una sazón ligera y un punto de cocción ideal de la carne. Sin embargo quedaba ligeramente opacado por el buen sabor del tacu-tacu, al punto que tranquilamente lo hubiera podido comer solo. Pueden imaginarse que combinándolo con los jugos del lomo me supo a gloria. Ojalá se animen en el futuro a servir el tacu-tacu en otras variedades. Si lo sirven con mariscos, fácil no tiene competencia.

Para culminar el almuerzo nuevamente revisé los postres y pedí un encanelado de lúcuma. Mi referencia a este postre es el soberbio encanelado de Don Mamino o el de La Casa del Alfajor. Acá se limitaron a mezclar un bizcocho de canela con una porción demasiado generosa de crema de lúcuma. Pasable pero nada extraordinario. Tal vez deberían probar a servirlo con manjarblanco de lúcuma para recuperar un poco la esencia del postre original.

Si evaluara el sabor de los platos me hubiera retirado medianamente satisfecho de Kamcha pero (recuerden que siempre hay uno) noté un aspecto en el cual siento que deben mejorar mucho. En ambas visitas llegué temprano y a pesar que encontré un local poco concurrido el servicio distó mucho de ser óptimo. Los mozos no trabajan en equipo sino cada quien por su lado, por eso cometen errores en los pedidos y tampoco están muy pendientes de lo que sucede en las mesas. Además les recomiendo que vayan con harta paciencia porque en la cocina se toman demasiado tiempo en la preparación de los platos. Por mi parte es un restaurante cumplidor y por los precios módicos que ofrece tal vez no se puede exigir mucho. Para sacarse el clavo nada más.

Kamcha queda en Av. Aviación 4195, San Borja.
Teléfono 271-3900

Atención, los clientes del BBVA tienen 50% de descuento en este restaurante hasta el 31 de mayo. Sólo deben presentar su tarjeta Mundo Sueldo al momento de pagar la cuenta.

viernes, 22 de abril de 2011

Cala (Amar el mar)

Como sabrán mis estimados lectores, hace algunas semanas obtuve un éxito académico muy importante. Los que me siguen por el Facebook saben que hubieron varios almuerzos de celebración con amigos, familia y compañeros de trabajo. Cada uno de ellos fue una experiencia memorable porque nada se iguala a compartir el éxito con las personas que uno estima. Ya es momento de escribir acerca de estos almuerzos pero lo haré sin ningún orden en particular porque todos fueron igual de importantes. Esta reseña se las debo a mis compañeros de trabajo que me dejaron escoger un restaurante que hace mucho tiempo tenía ganas de visitar: Cala.

La primera entrada que pedimos fue la Sobredosis. Son cuatro cebiches para compartir: langostino jumbo con pulpo, ceviche tradicional de lenguado, mixto tres ajíes y chalaco de conchas negras y almejas (este fue reemplazado por otro sabor, acuérdense de la veda). ¿Qué puedo decir ante tal variedad de ceviches preparados y presentados tan magistralmente? Fue una clase maestra de como se debe comer este plato tan peruano. Difícil elegir una variedad pero, a riesgo de sonar mezquino, me quedo con el clásico cebiche de lenguado. Desde que probé el usuzukuri en el Matsuei es mi pescado favorito y dudo que lo cambie por un buen tiempo .

Luego vino el Tandem 360: langostinos jumbo al panko sobre confit de camotes a la vainilla, canela y espuma de cítricos. Ok, ahora sí es en serio. Declaro el confit de camote como el más rico que he probado en toda mi vida. Increíble que hayan conseguido una textura tan suave y un sabor tan delicioso, sin resultar empalagoso. Los langostinos, muy crocantes y cocidos en un punto perfecto, volaron de los platos, pero yo feliz seguí comiendo solo ese incomparable puré de camote. Como siempre digo, lo más simple es lo más difícil de lograr.

Cuando me tocó elegir un plato principal me vi frente a un dilema tremendo. Cada descripción se veía más sabrosa que la anterior. Al final me decidí por lo más simple, el lenguado meunier al estilo oriental, acompañado de dados de papa nativa, espárragos y arroz de la casa. Voy a sonar a disco rayado pero lo reitero, el sabor del lenguado no tiene punto de comparación. Cocida en un sazón muy suave es un plato ideal para las personas que desean probar algo ligero. Me quedo también con las papitas crocantes porque eran el acompañamiento perfecto.

Habiendo llegado tan lejos sólo podía terminar este almuerzo revisando la carta de postres. Menudo problema porque todos se veían demasiado buenos. Terminé escogiendo el que ya había visto reseñado como la especialidad de la casa, la crocante ponderación rellena en salsa de suspiro limeño, espuma de chirimoya alegre, helado de guanábana y aguaymantos al caramelo. La ponderación es un postre tradicional no muy conocido: una espiral de masa frita servida con manjarblanco de yemas. Aquí lo han reinventado y lo acompañan con chirimoya y helado de guanábana. Tengo que confesar que ya lo incluí en mi lista personal de postres favoritos. Lo mejor de todo es el sabor de chirimoya más dulce y fresca que puedan imaginar. Dudo que en el corto plazo encuentre algo mejor.

La verdad fue una experiencia como pocas y que me dejó con un buen sabor de boca. Sólo quiero dejarles algunas recomendaciones. Primero, es obligatorio hacer una reserva con la debida anticipación. Cala es un restaurante muy concurrido por turistas y ejecutivos de modo que conseguir una mesa puede resultar bastante complicado si uno llega de improviso. Por el mismo motivo les aconsejaría también llegar muy temprano. En plena hora punta no hay restaurante que tenga la capacidad de atender un lleno total y ustedes tendrán que hacer uso de sus reservas de paciencia porque los platos pueden demorar un buen tiempo en llegar a la mesa. Igual considero que son detalles superables y que no afectan todo lo bueno que pueden encontrar en Cala.

Cala queda en playa Barranquito, Costa Verde, Lima.
Teléfono 252-9187
Ticket promedio: S/85.00 por persona.
Volvería: Sí pero más temprano.

domingo, 17 de abril de 2011

Casa Saxien (La otra comida china)

Actualización 24.06.12
Ahora entiendo a Gastón. Su trabajo en Aventura Culinaria a veces puede ser muy ingrato. Recomendar un sitio y poner en juego tu prestigio no es nada sencillo. Por eso escribo una  actualización muy necesaria sobre este chifa. Suficiente que yo sea el que pase una mala experiencia.

El sábado estuve por Lima haciendo algunas compras muy importantes (mentira, en realidad fui en busca de mini-figures de LEGO) y como no había dejado nada listo en casa para almorzar decidí quedarme en Casa Saxien. Total algo rápido, sencillo y barato para variar no es mala idea. ¿O sí? Comencé con una porción de seis wantanes. Si se dan cuenta son más pequeños que los tradicionales pero si tenían una porción de relleno suficiente. Me gustó que llegaron bien calientes a la mesa, señal de que los había cocinado al momento. Además los sirven con una salsa de sillao blanco y ajo. Como para variar un poco.

Luego se me ocurrió pedir un arroz con costilla de cerdo especial. Esperaba repetir el éxito del arroz con pollo pero la Providencia no me sonrió esta vez. Ok, dejando de lado el tema de la bandeja de concesionario, la costilla no tenía un solo trocito de carne. No sean exagerados, sé que no he pedido filete pero tampoco se me antoja comer puro hueso. Los acompañamientos fueron la salvación. Al menos me llené con la sopa de mini-wantanes, así como con la verduras y el tofú al sillao. Creo que me equivoqué y pedí el menú vegetariano.

Lamentablemente tengo que mencionar dos aspectos descuidados en este local. El servicio es el típico de un chifa al paso. Los mozos son chicos jóvenes de aspecto desaliñado que están más pendientes de los programas del televisor que de los clientes. Tampoco esperaba servicio cinco estrellas  pero igual nunca me gusta ver la cara de odio-mi-trabajo que tienen algunos mozos. Pero lo que me incomodó más fue el estado de los baños. No daré detalles de mal gusto pero se nota que no se preocupan mucho del gasto en insecticida. Esto me dejo lleno de dudas y por le momento no me arriesgaría a recomendarles que vayan. Como siempre digo, la mala comidad es una anécdota pero con la salud no se juega. Que complicado resulta ser un blogger gastronómico.

Hace un par de años me recomendaron insistentemente almorzar en este sitio. Aquella vez recuerdo haber entrado a un local pequeño y de ambiente lúgubre. Me senté y a los cinco minutos apareció una joven china que sin decir palabra me tiró la carta para desaparecer luego en la cocina. Nunca supe más de ella y tampoco logré pedir nada. Si no fuera porque leí en una revista acerca de este chifa (y su nuevo local más amplio e iluminado) no hubiera regresado. ¿Valió la pena? Ustedes lo dirán. Sólo puedo adelantarles que por los platos de su carta me parece improbable que exista algo parecido en toda Lima.

En primer lugar pedí de entrada los mai fan pan mien. Si les asusta el nombre no se preocupen. Sólo es una porción de fideos fríos servidos con una salsa de maní y costilla de cerdo. El truco del plato es que ustedes mismos deben mezclarlos. Si quieren darse una idea del sabor, es muy simple: imagínense un guiso de cerdo con maní servido con tallarines. Como entrada estuvo ideal porque es una porción pequeña y es un plato que no había probado antes. ¿Se atreven a prescindir del wantan frito?

Luego me sirvieron un arroz con pollo. Seguro que me dirán, ¿eso no es comida criolla? Claro, pero al estilo chino es arroz blanco servido con un pollo guisado. ¿Nada del otro jueves? Pues no. El arroz no tiene sal y está cocinado con bastante kión. El pollo tiene todo el sabor del plato y la idea es comerlo junto. Debo advertirles que lo recomendable es combinarlo con algún saltado porque puede resultar algo bajo de sazón. Al final es cuestión de gustos pero es mejor que lo sepan de antemano.

Para culminar la visita pedí un saltado de tofú con hongos. Este plato sí me pareció un acierto absoluto. Es el clásico saltado de tofú pero con dos particularidades: una generosa variedad de hongos chinos y un delicioso toque picante. El tofú estuvo delicioso, muy bien cocinado y con harto sabor. Si tienen recelo del picante pueden combinarlo con arroz blanco para que le baje un poco la intensidad. Este plato me hizo recordar unos legendarios almuerzos en casa de una amiga oriental cuyos padres sabían mucho de este tipo de comida. He regresado una vez más por este chifa para sacarme el clavo con dos platos harto conocidos de todos los peruanos. El arroz chaufa especial no me pareció nada que no haya probado antes. Estaba muy pobre de carne y además le había puesto un toque de zanahoria rallada. Mejor me fue con el tallarín saltado porque lo pedí con fideos delgados. Igual que el anterior tampoco tenían mucha carne pero el fideo absorbió todo el sabor del plato. Ambos platos son recomendables sólo como acompañamiento.

Hasta este punto no pasa de ser la reseña de un chifa común y corriente. Pero lo interesante, y que yo no pude hacer aún, es probar la carta de bocaditos. ¿Que tiene de diferente? Olvídense de los clásicos wantan, siu-mai y ja-kao. Aquí pueden pedir rabito de chancho, patita de pollo y mollejas de pato entre otras rarezas. Yo no me atreví a pedirlas así que esta reseña quedará por el momento incompleta hasta que me invada el espíritu aventurero de Anthony Bourdain. Y creo que no será pronto.

Casa Saxien queda en Aviación 3148, San Borja
Ticket promedio: S/.25.00 por persona.
Volvería: En el largo plazo y con mucho optimismo.

domingo, 10 de abril de 2011

La mejor elección (No es política, obvio)

Hace algunos meses me notificaron que era miembro de mesa. No negaré que en un principio mi expresión fue de fastidio ("Oissshh todo el día sentado y tener que almorzar atún en lata") No negaré que tenía el gran "consuelo" de ser tercer suplente y que había cinco personas en lista antes que yo. No negaré que hubiera preferido pagar la multa antes que cumplir con mi deber. Pues les contaré que hoy participé del proceso electoral y me di cuenta cuán equivocado estaba respecto de esta labor.

Llegué temprano y encontré que sólo faltaba el presidente de mesa titular. La mesa recien se estaba armando porque la ONPE había demorado en entregar el material. Entre los cinco miembros nos repartimos las labores de armar la cámara secreta, el conteo y doblado de las células, el pegado del padrón electoral en un lugar visible. Y mientras hacía esto me di cuenta que éramos un equipo y que nadie pensaba en irse. Allí entendí realmente lo que significa participar de un deber cívico, colaborando al máximo para que el proceso electoral se lleve a cabo con éxito. Cuando se abrió la mesa sentí que habíamos cumplido un objetivo.

Pero todo no quedó allí. Comenzaron a entrar los votantes, y aunque mi participación ya había finalizado, decidí quedarme en los exteriores y ver qué más podía hacer. Ocasiones no faltaron. Ayudar a las personas a ubicar su mesa de votación (¿Quién habrá sido el inteligente al que se le ocurrió fusionar mesas?), dejar pasar a los votantes de mayor edad (¡Señora, pase por acá que tiene voto preferencial!), e incluso cuidar la cola a una joven madre de dos inquietos niños (¡No se preocupe, usted cuide a sus hijos!) Me habré quedado hasta el mediodía cuando la afluencia de gente bajó.

Ahora entiendo a una amiga quien siempre me dice: Cuándo acabe el día, siempre ponte un reto, pregúntate ¿He hecho hoy un bien?. Creo que no hay nada que se iguale al sentimiento de ayudar a alguien desinteresadamente y de todo corazón. Oportunidades siempre habrá (¡Nunca las dejen pasar!) porque quizá sean experiencias que los ayudarán a crecer como personas. Acudir a mi deber como miembro de mesa fue la mejor elección que hoy pude hacer.

jueves, 7 de abril de 2011

Bravo Restobar (El nombre lo dice todo)

Confieso que no tenía la menor intención de visitar este restaurante "exclusivo". Confieso que no tenía ganas de ver la cara larga de una anfitriona diciéndome que todas las mesas estaban reservadas. Confieso que cuando escuché el precio de su buffet (S/. 59 por persona) me dije: "Seguro que hay algún truco". Pero a veces es bueno equivocarse rotundamente y esta vez lo hice en gran estilo. Bravo Restobar me recibió con un buffet de cuatro estaciones: entradas frías, entradas calientes, guisos y postres. Pareciera que no es muy variado pero guardaban una contundente carta bajo la manga.


De las entradas frías me quedo con la causa de pollo con palta y salsa de pimientos del piquillo. La masa de papa estaba bien sazonada y venía con una textura muy suave. La salsa de pimientos no picaba nada sólo daba sabor. También puedo mencionar el tiradito oriental, muy parecido al que probé en El Rocoto pero que lo supera rotundamente por el sabor y por la presentación en porciones individuales. No opino de las ensaladas porque nunca me he considerado muy amigo de los vegetales.
La estación de entradas calientes me recibió con una tortilla española tibia (atención con esa lámpara que no calienta nada, o la cambian o mejor no sirvan la tortilla). También probé sus yuquitas crocantes con huancaína, que no tenían nada extraordinario. Lo que si me dejó sin palabras fueron sus chicken thai rolls (rollitos rellenos de pollo salteado, lemongrass y shitake en salsa Masala). Me recordó vagamente al clásico enrollado primavera que venden en los chifas, pero con sabores más equilibrados y con una textura más crocante.
Luego fui por la estación de platos calientes. Se van a reír pero lo que más me gusto fue el arroz chaufa. Desconozco que secretos tendrán en este restaurant pero que bravos son para conseguir el gusto ahumado en sus platos. Tres datos más para que disfruten: el cordon bleu, los mini tacu-tacus y la bondiola en salsa de champiñones. Suficiente para que terminen satisfechos. Gran punto a favor de este buffet es que las bandejas no están muy llenas, lo que garantiza que la comida no es recalentada eternamente. Débil punto en contra, las mejores opciones se acaban rápido.
Para terminar visité la estación de postres donde por fin pude comer la tantas veces recomendada tres leches de Bailey's. Es un postre muy bueno porque el toque de licor le da un gusto menos infantil pero considero que debe ser mejor comerlo en su versión a la carta. No se olviden de probar el mini cheesecake de saúco y la crema volteada que también destacan. Los mini brownies, alfajorcitos y tartaletas estuvieron cumplidoras, nada que no pueda encontrar en cualquier pastelería.

La carta bajo la manga de este buffet es la opción de ordenar platos a la carta preparados al momento pero en versión reducida. Hubiera repetido hasta la hora de cierre el lomo saltado que me sirvieron. La carne cocida en el punto exacto, ese gusto ahumadito clásico que sólo consiguen los expertos. No quiero imaginarme como será este plato a la carta. También probé los fetuccini a la huancaína con ossobuco que a mi parecer llevan este plato a otro nivel por la combinación de sabores. No pierdan de vista el cebiche, de sazón moderada y con un sabor muy fresco del pescado resultó un plato muy cumplidor. Y les dejo como tarea: también hay postres a la carta en versión mini. Impresionante.

Me voy de Bravo Restobar con un buen sabor de boca. Considero que es una opción atractiva para disfrutar un buffet de calidad (no de cantidad) Personalmente lo he tomado como una introducción para evaluar a futuro los platos de su extensa carta. Probablemente sea un nuevo restaurante para mi top 5. Que bravo.
Bravo Restobar queda en Av. Conquistadores 1005, San Isidro.

domingo, 3 de abril de 2011

Puesto 33 (Bien puesto el nombre)

Actualización 23.10.13
Puesto 33 ya no existe como tal. Ha sido traspasado y tampoco está el famoso chef ganador del concurso. Ahora podría darle a su propuesta el beneficio de la duda. ¿O no?

Las papas rellenas de marras
Estos han sido días de locos. Esta semana quería publicar dos nuevas reseñas pero el tiempo se fue volando en el trabajo y no pude actualizar el blog. Peor aún, creo que se vienen semanas más ocupadas. Y no quiero agravar la situación pero ¿ya se dieron cuenta que se fue un trimestre del 2011? Como no quiero dejar pasar otro día sin escribir les contaré de una vez mi última aventura en un promocionado restaurante pero que no estuvo a la altura de las expectativas creadas. Puesto 33, un pequeño local ubicado en Surco con un ambiente moderno y que intenta homenajear a la cocina casera fusionándola con lo gourmet. Parecía una idea afortunada pero...

Con esas credenciales quise darme un gusto comenzando con unas papas rellenas de carne y pollo. Una de las entradas más simples y más sabrosas que existen. Bastó probar un bocado para que las descartara de inmediato. ¿Las razones? La masa de la papa estaba avinagrada y no la frieron bien porque el relleno estaba congelado. Reclamé de inmediato, ofrecieron disculpas y cambiaron el plato. La verdad se me quitaron las ganas de reseñar el plato, por mi parte no les recomiendo que ser arriesguen a pedirlo. Y me queda la duda inmensa, ¿no será que habrán querido servirme algo que se les quedó del día anterior?

Aeropuerto 33
Luego pedí el aeropuerto 33, el clásico chaufa con toques de salchicha huachana, lomo fino y shasiu reventado servido con wantan frito y tamarindo. El problema de este plato: demasiado culantro y demasiada cocción al sillao le dieron un gusto muy amargo. Como el mozo notó que mi paciencia se estaba agotando llamó al chef, el mismo Jayro Félix, quien defendió su creación afirmando que mi error fue no pedir vino como maridaje del plato y por eso no sabía apreciar el sabor. A nadie le gusta reconocer sus errores pero no me vengan con cuentos, ¿desde cuando se marida el sabor quemado de un plato con vino?

Pollo pachamanquero
Según he leído luego Jairo Félix participó en el concurso Cocinero Joven de Perú Mucho Gusto y ganó una pasantía en los cinco mejores restaurantes de España. Por lo visto las clases de atención al cliente no le sirvieron mucho. Tratar de contradecir a un comensal de esa manera me pareció un error garrafal que no he visto en ningún otro restaurante. Para tratar de paliar la situación pedí el pollo pachamanquero que venía con locro de la abuela con quesos reventados al momento, huacatay y papas nativas. Si ven en la foto es un locro comun y corriente servido con un guiso de pollo. El locro estuvo cumplidor pero no iba más de allá de lo que yo mismo podía preparar en mi casa. En cuanto al pollo todo el sabor se queda en la salsa de acompañamiento, por dentro el pollo no tenía nada de sazón. Más agradable hubiera sido comer el locro solo.

Iceberg de chirimoya
El último manotazo de ahogado para salvar el almuerzo fue pedir algo de la carta de postres. Comencé por el iceberg de chirimoya: espuma de chirimoya, sobre sopa de mandarina y caviar de granadilla. Lo más impresionante del plato es la preparación. El chef coge una cucharada de espuma de chirimoya para congerlarla al instante en un recipiente que contiene nitrógeno líquido y colocarla en una copa de martini sobre jugo de mandarina. Lo que más disfruté fue el delicioso sabor natural y fresco de las frutas. La combinación del dulce de la chirimoya con el ácido de la mandarina me supieron a gloria. Lamentablemente lo que me supo a limbo fue el arroz con leche. Auspiciosamente reseñado en la carta como crema de arroz con leche en aromas de vainilla y leche fresca con crujiente de caramelo resultó un postre con un sabor picante porque le habían echado demasiada canela.
Me retiré bastante fastidiado de Puesto 33. Esperaba encontrar un nuevo lugar para disfrutar de la comida casera pero encontré más errores que aciertos. ¿Es suficiente una visita para decir que es un mal restaurante? No lo creo. ¿Es suficiente con decir que tuvo un mal día? Tampoco lo creo. ¿Es suficiente para no volver más? Por mi parte sí. Que me hayan servido comida malograda es el peor error que puede cometer un restaurante. Ya no es una cuestión de mal gusto sino de salud. Y con la salud no se juega, Puesto 33. Adiós.