sábado, 26 de agosto de 2017

Astrid & Gastón II (Fin de la ruta)

Tercera y definitiva visita al restaurante de Gastón Acurio, el ícono máximo de la gastronomía peruana.

Vista del salón principal
Si no fuera por el mensaje que envió una amiga ("Renzo, como sea tengo que probar los panes de tu foto") no hubiera regresado tan pronto a Astrid & Gastón. La molicie típica de invierno me había convencido que dos visitas eran suficientes para formar una opinión. Aunque confieso que cuando revisé mi celular y descubrí el descuento que ofrecía mi tarjeta de débito no demoré un minuto en cuadrar fechas para hacer la reserva. 

Estoy sentado en el bar de Astrid & Gastón esperando a que lleguen mis compañeras de ruta. El mozo se acerca con su mejor sonrisa para ofrecerme la carta de aperitivos pero es una causa perdida. A pesar de tener nueve años escribiendo este blog la deuda que tengo con la mixología es inmensa y no pienso saldarla en el corto plazo. ¿Será la desconfianza hacia la calidad de las bebidas espirituosas (basta dar una mirada a los falsos piscos que pululan en los bares de precio medio) o las ganas de mantener el alcohol a raya?  Mi celular suena, “Renzo, estamos hace rato esperándote”. Esta anfitriona de los diantres que manda a mis invitadas a otro ambiente. Es momento de iniciar la aventura.

Panes de la casa. Mantequillas saborizadas.
Butiwong. Anticuchos de lengua.
El almuerzo empieza obligatoriamente con los panes de la casa (S/.15.00 por persona). Ya hablé de ellos en el post anterior así que no me extenderé enumerando sus virtudes. Suficiente con mencionar que, junto a los que sirven en La Locanda del Swissôtel, son mis panes favoritos de Lima, con la ventaja que estos se acompañan de dos deliciosas mantequillas saborizadas y una crema de palta al chimichurri. Si están en pareja ordenen una sola porción y compártanla, de lo contrario se llenarán rápidamente. Se los digo por experiencia propia.

Al igual que la vez anterior ordeno las butiwong (S/.22.00 la unidad) para volver a sentir esa carne jugosa al punto medio en un tierno pan al vapor. Se acompañan con encurtidos pero no pierdan de vista la diminuta pero infernal rodaja de ají limo. Si no toleran el picante mejor retirarla antes de darle un bocado. Miro con infantil desconfianza los anticuchos de lengua (S/.38.00 por dos piezas) pero cualquier temor desaparece cuando pruebo una porción. Esta variante de anticucho me deja excelente sabor de boca. La cocción es precisa y han sabido equilibrar los sabores intensos de las cremas de picantería con la dulzura de las ocas.

Asado de tira. Cuy y tubérculos.
Conejo y el loche. Arroz con mariscos.
Es momento de los fondos y como buen carnívoro empiezo con el asado de tira en estofado de chifa nikkei (S/.98.00), corte que se ha puesto de moda últimamente en los restaurantes limeños con disímiles resultados. Me siento feliz de encontrar una carne al punto y con los complementos adecuados pero la nota fuerte es el acompañamiento. Un chaufa blanco, meloso, con todo el sabor que le da el cachete de cerdo. Es tan bueno que lo hubiera ordenado como plato principal. El conejo y el loche (S/.84.00) se me antojan una fusión inesperada. La presencia del curry le da un sabor intenso a la salsa que se acoplan con la quinua jazmín y el pan de camote. El cuy y los tubérculos (S/.78.00) es un plato que no debería faltar en ningún restaurante de comida peruana. El corte es tierno y ese pellejo crocante es una utopía que no todos los cocineros alcanzan. La humita dulce de mashua y la crema de oca son sabores que me llevan de inmediato a la sierra y me pregunto por qué hace tiempo no visito provincias. Terminamos con el arroz con mariscos de invierno al wok (S/.78.00), un plato que no amerita mayor ciencia aunque siendo franco es un plato muy maltratado en las cebicherías peruanas donde ha mutado en una especie de risotto al ají panca. Aquí el paso por wok le da un toque especial sin maltratar los mariscos. Ojo con el tamaño de la porción, tranquilamente puede compartirse.

Churritos limeños.
El almuerzo no estaría completo sin postre pero, viendo que ya estábamos más que satisfechos, tuvimos que olvidarnos de la santa bomba y sólo ordenamos un postre para compartir. Los churritos limeños (S/.34.00) son un tiro de largo alcance. ¿Qué le vamos a hacer? Aún subsiste el recuerdo de la mediocre versión que sirvieron en Maido y lo pido con mucho escepticismo. Felizmente, sucede todo lo contrario, porque llegan crujientes a la mesa y para acompañar ofrecen dos pocillos con espuma de plátano y de gianduia con nibs salados. Con un café americano es ideal para cambiar el sabor de boca y cerrar una experiencia redonda. Tomo nota mental, en mi siguiente visita ordenaré una porción para mí solo. Sí, a mucha honra puedo afirmar que soy un blogger egoísta cuando de postres se trata.

Vista de la fachada.
Luego de haber visitado los tres restaurantes más famosos del Perú, según la lista 50 Best, puedo afirmar que ya tengo mi favorito. Es difícil opacar el menú Alturas Mater de Central o igualar el arte de la comida nikkei de Maido pero en Astrid & Gastón la experiencia se me antojó más que satisfactoria. La atención fue sobresaliente, el ambiente es suficientemente amplio para que uno se sienta a gusto, hay una carta variada que puede adecuarse a diferentes ocasiones (after office, cena romántica, visita turística) y conseguir reserva no fue nada complicado. Si bien los precios son elevados, considero que están justificados por la calidad de su propuesta y por la marca que representa. Me retiro satisfecho y ansioso por saber qué sorpresas traerá el cambio de estación en la carta. Y esta vez no esperaré ningún descuento para regresar. Palabra de blogger.

Astrid y Gastón queda en Paz Soldán 290, San Isidro.
Horario: Lunes a sábado de 12.30 a 15.00, 19.00 a 23.00. Domingo de 12.30 a 15.30
Teléfono: 442-2775
Ticket promedio: Entradas: S/.28.00 - S/.68.00 Fondos: S/.38.00 - S/.98.00 
Postres: S/.34.00 - S/.44.00
Estacionamiento: Valet parking. Aunque si llegan temprano pueden cuadrar ustedes mismos su auto.
Volvería: Sí. Aunque el costo es alto la experiencia no deja de tener interés.

domingo, 13 de agosto de 2017

Central (Reportaje al Perú)

Hasta que por fin visité el restaurante peruano más famoso del mundo. Ahora tengo que escribir la reseña y me doy cuenta que será una tarea más difícil que haber conseguido reserva.

Alturas Mater en bosquejo
Estoy parado frente al inmueble donde funciona Central. Aún no abren las puertas al público y aprovecho la demora para discurrir por qué demoré cuatro años en regresar. ¿Serán los precios de la carta? (Que ya no existe porque ahora todo es menú degustación) ¿Será mi falta de paciencia por esperar tres meses para conseguir una reserva? (Si supieran como se programó esta visita) ¿Será la falta de estacionamiento? (A un par de cuadras esta la playa de Larcomar, blogger remolón)

Entenderán mi emoción cuando Michael Landman, blogger gastronómico y cómplice de esta página, me escribió para contarme que de un día a otro le habían confirmado una reserva en Central para dos personas y si deseaba acompañarlo. Me tomó un minuto chequear el saldo de mi tarjeta de crédito (Blogger prevenido vale por dos) antes de responderle que no habría problema en asistir en la fecha asignada.

Cuando entro al local me doy cuenta que no ha cambiado mucho desde mi última visita.  la decoración es sobria, la iluminación es tenue (nada conveniente para tomar fotos) y la cocina aún sigue a vista del público. ¡Oh sorpresa! Virgilio Martínez aparece para saludarnos cordialmente y nos pregunta por qué demoramos tanto en venir. Sin mayor préambulo damos comienzo a los diecisiete pasos del menú Alturas Mater.

Moluscos de roca. Plantas del desierto.
Alto andino. Tallos engrosados
La aventura empieza con los moluscos de roca, crujientes de algas que deben untarse con una crema de choros en tinta de calamar y lima, más que nada un snack que funge de abreboca. En el siguiente paso comienzo a deducir por donde va la experiencia: replicar el ecosistema en el que vive cada ingrediente. Me emociono con la crema de tuna roja y loche pero es cuando engullo la hoja de camote que mis cejas se arquean (y no será la última vez que esto suceda durante la noche) por la sorpresa. Sigue el alto andino, papas cocidas en costra de sal y ceniza que deben untarse con una salsa de sachatomate, hierbas, queso fresco y alpaca deshidratada. Cuando me sirven los tallos engrosados me siento el blogger más bobo del país. Es la primera vez que pruebo oca y siento una revolución en el paladar. La sirven con una emulsión de miel y aceite, que tal vez es innecesaria porque disfrutar el sabor dulce del tubérculo es ya una epifanía. Las texturas de ollucos son una floritura tolerable aunque no volvería a consumir la leche de olluco así sea parte de la experiencia. 

Aguas de Nanay. Algodón de bosque.
Suelo de mar. Pieles de árbol.
Dicen que no hay quinto malo pero cuando veo las aguas del Nanay entiendo porque no elegiría Central para una cena romántica. Se imaginan estar sentados frente a frente mirándose a los ojos recordando cuando se conocieron y justo aparece el mozo trayendo un plato lleno de cabezas de piraña. Anécdotas aparte, la piel de piraña resulta sabrosa pero tengo que recurrir a toda mi habilidad para comer de un bocado la hoja donde sirven los trozos de piraña en huampo. El algodón de bosque trae nuevamente un pescado de la selva, una doncella envuelta en pacae, una hoja de llantén relleno de churo y caldo de huito. Este paso me deja llenecito de preguntas pues no tengo la menor idea de lo que estoy comiendo salvo su procedencia. Mas puede el interés que mi apetito. El séptimo paso es la canastilla de panes: macambo ahumado, pan de yuca y crujientes de papa voladora. Mantequilla tostada y crema de copoazú sirven de acompañamiento. El suelo de mar trae los erizos y almejas más frescas, tanto como las que sirven en Don Fernando, pero aquí el protagonismo se lo lleva la inesperada combinación con frutas que contribuye a redondear los sabores y magnificar la experiencia. En las pieles de árbol entro en modo vegetariano para regodearme con los crocantes de zapallo quemado con cañihua que acompañan unos trozos de palta a la leña. 

Tierra de maíz. Colores de amazonía.
Recolección en costa. Coral de mar.
La tierra de maíz nuevamente pone en evidencia cuanto uno puede desconocer del país. Este paso viene representado por cuatro variedades de maíz (kculli, chullpi, morado y piscorunto) en diferentes texturas. La novedad me emociona aunque confieso que en estos momentos el uso del crocante ya se está convirtiendo en una nota repetida. Sin embargo me olvido rápidamente de eso cuando me sirven los colores de amazonía: paiche con yacón y bellaco que por su presentación pareciera recien salido de un libro de gastronomía. La recolección en costa y el coral de mar son platos que antes de consumirlos hay que disfrutar con  la vista. Es como si estuviera observando a los mariscos en su habitát natural. Demás está decir que el respeto por el insumo de alta calidad se nota en la adecuada ejecución pero es la presentación la que me deja atónito. 

Cordillera baja. Verde húmedo.
Blanco amazónico. Medicinales y tintoreas.
Cuando llega la cordillera baja no puedo evitar emocionarme, por fin algo diferente a plantas y mariscos. Si bien el diminuto corte de cerdo con pellejo crujiente es un lugar común de la gastronomía peruana, la mashua negra es otro ingrediente novedoso que me deja excelente sabor de boca.

La parte más dulce del menú se inicia con el verde húmedo, un granizado de caigua (¡Mi ingrediente favorito! Ok, no) con lima y cushuro. La combinación de cítricos funciona como un sorbete que limpia el paladar para enfrentar el penúltimo paso. En el blanco amazónico el amargo del chocolate de alto porcentaje se equilibra con la chirimoya y la nuez de bahuaja rayada. Finaliza la aventura con los medicinales y tintóreas, bebidas de hierbas para acompañar chocolates servidos sobre cacao congelado. Sí, hasta el final no escatimaron esfuerzos en diseñar un emplatado exquisito. ¿Tan rápido pasaron diecisiete pasos?

El equipo en pleno trabajo.
El jefe de salón se acerca para acompañarnos a recorrer el restaurante. En el segundo piso puede apreciarse el bosquejo de como diseñaron el menú degustación. Uno puede husmear entre los estantes para descubrir la infinidad de ingredientes y comprobar in situ el trabajo previo que implica desarrollar un menú de este tipo. Recopilar los ingredientes, hacer las pruebas, capacitar al equipo en esta aventura no es un trabajo que se pueda tomar a la ligera. Me conducen a la terraza donde se encuentra la huerta en la que cultivan hierbas y especias y también la planta de tratamiento del agua que es usada en el restaurante. La visita termina en la cocina donde los miembros del equipo, provenientes de varios países, acceden con su mejor sonrisa a posar para una foto del recuerdo.

Central hace honor a su prestigio como el restaurante peruano mejor ubicado en la lista 50 Best. El recorrido que hace por las diferentes regiones del país es impresionante y uno sale con el deseo de conocer más acerca de aquellos ingredientes. El desfile de todos aquellos platos se conjugan en una, tal vez demasiado, organizada puesta en escena, aunque esto es un defecto inherente de cualquier menú degustación. El costo puede ser desalentador pero tengan en cuenta el trabajo previo que implica desarrollar un menú de este tipo, los ingredientes novedosos y la oportunidad de conocer uno de los cinco restaurantes más famosos del mundo. Si disponen del presupuesto y disfrutan la comida tanto como es obligatorio visitarlo.

Central queda en Santa Isabel 376, Miraflores.
Costo: Menú Alturas Mater de 17 pasos: S/.447.00
Fondos: S/.59.00 - S/.73.00. Postres: S/.37.00-S/.38.00 (Sólo en barra)
Teléfono: 242-8515
Estacionamiento: En plena calle. Mejor déjenlo en la playa de Larcomar.
Volvería: Hay que disponer un presupuesto especial para visitarlo.

lunes, 7 de agosto de 2017

Maido (En modo 50 Best)

La barra en pleno trabajo.
Cuando este año se publicó la nueva lista de los 50 mejores restaurantes del mundo el Perú celebró por todo lo alto. El triunvirato formado por Central (5), Maido (8) y Astrid & Gastón (33) mantiene firme su presencia gastronómica a nivel mundial. La participación en eventos internacionales y la consiguiente exposición en medios sigue generando réditos para el país.

Lo único que podría argüir en contra es que por el alboroto generado por la lista de marras, el reto ya no es disponer de presupuesto para visitar estos restaurantes sino que respondan el correo solicitando reserva. Sólo la Providencia hizo que pudiera conseguir reservas en estos tres restaurantes en fechas muy cercanas. Así comienza la historia.

Abrebocas.
Nigiris.
Llego a Maido con impecable puntualidad alemana (diez minutos antes de la hora) para no tener inconvenientes con la reserva y también para encontrar estacionamiento. La anfitriona me ubica sin problemas en la mesa y empiezo a revisar la carta. Nigiris, entradas, fondos. ¿Y los makis? Obviamente se mudaron todos a SushiPop. No quiero repetir los mismos platos pero desde mi útlima visita noto que hay pocas variaciones en la sección de fondos. ¿Y si pido asado de tira nitsuke? Ni a de balas, además ya vi uno desfilando hacia otra mesa y sigo pensando en que es el plato más sobrevalorado de la carta. El mozo reaparece insistiendo en que ordene un aperitivo, pero no le hago mayor caso. Me llama la atención que usen vasos de metal para servir bebidas no alcohólicas. Cuidado con el medio ambiente que le dicen, aunque yo sigo prefiriendo el vidrio.

Dim Sum de cau cau. Cuy San.
Lechuguitas. Planchado.
Pongámonos serios entonces probando un nigiri de molleja de res (S/.22.00). Acá no hay puntos medios, o trabajan bien la molleja o no funciona. Punto a favor de Maido porque mantienen esa textura cremosa que tan bien se combina con la emulsión de ajos y la frescura del tomate cherry. El crujiente de foie (S/.32.00) no termina de convencerme. La combinación de sabores no me extraña pues ya antes he probado foie con frutas y preparaciones dulces, pero en este nigiri siento que el arroz acaramelado le quita protagonismo al insumo principal. 

Mejor me va con los bocadillos para picar. El Cuy San (S/.38.00) es un homenaje a uno de nuestros productos estrella. El pellejo es muy crocante y el interior se mantiene jugoso, la crema helada de yuca funciona como catalizador y aporta un toque lúdico por la temperatura. Las lechuguitas (S/.32.00) viene con una punta de costilla de cerdo en tres cocciones. Es divertido comerlas como si fueran un taquito aunque por el tamaño de la porción es difícil hacerlo de un tirón. Hay novedad y técnica en el dim sum de cau-cau (S/39.00) pero no se luce tanto como en las otras opciones. Finaliza mi vistazo a las entradas con el Planchado, pulpo a la brasa con batayaki picante (S/.59.00). El punto de cocción es adecuado y tiene la sazón justa para que no se pierda el gusto a brasa. Setas, holantao y tomatitos de Huachipa completan un plato redondo por donde se lo mire.

Ramen. Okonomiyaki.
Kansai Yakimeshi. Arroz con pato.
Es tiempo de los fondos y probablemente alguien arquee las cejas cuando lea que pedí a continuación. ¿Blogger, viniste a Maido a pedir arroz con pato (S/.75.00)? Vamos, el tradicional plato norteño se ha reinventado en una increíble versión nikkei. Desde que llega a la mesa uno siente el aroma que desprende, el arroz al wok es sabroso, el pato confitado con especies japonesas es muy suave y mantiene la piel crujiente. El Tonkotsu Ramen (S/.55.00) no pasa la valla de las innumerables publicaciones que lo definen como “el mejor del mercado”. El caldo es correcto y sabroso, los fideos tienen la textura jabonosa que hubiera esperado encontrar en la primera versión del plato (leer entre líneas: fue devuelto a la cocina) pero no hay algo que lo diferencie de otros ramen que he probado antes. El Kansai Yakimeshi (S/65.00) es lo que promete la carta: un chaufa al estilo de Osaka. Si omito la maroma del mozo cuando enciende una hornilla para formar concolón no pasa de ser un chaufa de mariscos común y corriente. Termina mi visita con un minuto de silencio por la ausencia del Hiroshima Okonomiyaki  en la carta. Para los que no lo conocen es una tortilla que se cocina a la plancha, se unta con una salsa especial y se corona con capas de verduras, fideos y mariscos. Si extrañan este plato les recomiendo el de Tzuru que está buenísimo.

Termina la jornada con una revisión a la parte dulce de la carta.  El Ceviche (S/.35.00) es un postre cuya descripción de carta promete: helado de limón, camote crujiente, tierra de maíz chulpi, macarrones de ají, chirimoya y mandarinas. Es una ecléctica mezcla de sabores, texturas y temperaturas que lo convierten en uno de mis postres favoritos en la historia del blog. Pero hay más, la experiencia se magnifica cuando el mozo vierte el contenido de una jarrita conteniendo "leche de tigre": una suave crema de pye de limón. El Cacao 100% (S/.45.00) es el postre ideal para los fánaticos del chocolate amargo: cinco diferentes preparaciones de cacao de alto porcentaje, entre las que destaca el helado al 70% con praliné de almendras tostadas. Probablemente alguien proteste por el costo más yo le retaría a encontrar algo siquiera medianamente parecido en Lima. Paso de los churros (S/.35.00), demasiado dulces para mi gusto, ni con un café americano los pude terminar. Por gusto esperé quince minutos a que estén listos.

Cebiche. Cacao 100%
Me retiro de Maido satisfecho más no impresionado por la experiencia. El servicio es correcto pero se ve afectado por la hora punta pues el tiempo de espera entre plato y plato fue muy largo. En cuanto a la propuesta sería mezquino llegar a una opinión definitiva sin haber evaluado el menú degustación. Ordenar sólo platos de carta es como ir al cine y salir a mitad de la película, así que nuevamente le doy a Maido el beneficio de la duda. Y antes que me olvide, me alegró ver a Mitsuharu Tsumura supervisando el restaurante aunque lamentablemente sólo se acerca a la mesa de los clientes habituales (o los que ordenan el menú degustación) para luego volver raudamente a la cocina. Quizás en la siguiente visita tenga suerte y pueda tomarme un selfie con él.

Maido queda en San Martín 399, Miraflores.
Horario: Lunes a sábado de 12:30 a 16:00 y de 19:30 a 23:00. Domingos de 12:30 a 16:00
Teléfono:446-2512
Precios: Entradas S/.32.00-S/.75.00. Nigiris (Dos unidades) S/.24.00-S/.43.00
Fondos S/.48.00-S/.75.00. Postres S/38.00-S/.45.00
Estacionamiento: Reducido con vigilancia. A un par de cuadras hay varias playas.
Volvería: Sólo por el menú degustación.