lunes, 23 de febrero de 2015

¡Y ya van siete años!

A veces me escriben al correo y me dicen, "cuando te leo siento como si estuviera comiendo en el mismo restaurante" Me siento orgulloso de esos comentarios porque significa que estoy cumpliendo con describir y evaluar el plato de la manera adecuada. Vamos, es que se trata de contar la experiencia tal cual la viví, para bien o para mal. Sin embargo en esta ocasión me faltan las palabras. No se cómo empezar este post tan especial. Aunque ahora que me doy cuenta ya lo hice.

Veo el número y no puedo creerlo. ¿De verdad llevo siete años escribiendo acerca de mis aventuras gastronómicas? ¿De verdad he escrito sobre restaurantes de Lima, provincias y el extranjero? Ya van más de 450 reseñas escritas y confieso que todos los días me levanto con ganas de seguir investigando nuevos sabores y rutas gastronómicas. ¿Por qué? Porque este blog es mi pasión, así de simple.

Créanme, nunca empecé esta aventura para buscar reconocimientos. Menos para asociarme con una marca y obtener beneficios o regalos. Y peor aún, la intención del blog nunca será escribir reseñas acomodadas para la ocasión donde todo sale bien y nadie se equivoca. Los lectores antiguos saben que tengo restaurantes favoritos pero cuando los visito elevo mi valla de exigencia al máximo. He ahí el reto que tienen para sorprenderme.

Confieso que desde mi cambio de trabajo se complicó un poco la labor del blog porque estoy lejos de los polos gastronómicos y las responsabilidades que he asumido me impiden planificar salidas con mayor frecuencia. Sin embargo no puedo negar que hay ciertas ventajas que favorecerán la aparición de más restaurantes de marca en el blog. Sin mencionar el gran espaldarazo que representó la ruta de Chicago, viaje que me permitió descubrir nuevos sabores y conocer otra realidad gastronómica que no tiene nada que envidiarle a la nuestra.

Souffle de chirimoya del Gourmet Deli
Sigo pensado que hay algo que un blogger gastronomico jamás puede perder de vista: la obligación de aprender. Insisto, cuando recomendamos un restaurante no podemos conformarnos con decir "que rico vayan" porque eso es algo que todos los días lo vemos en la publicidad. Uno tiene la responsabilidad de investigar, de preguntar (¿Quién lo sabe todo?) porque es la única manera de saber si un plato funciona o no, si utilizan ingredientes de calidad o si el método de cocción es el adecuado. El gusto es meramente subjetivo pero la corrección de un plato no admite puntos medios. 
Estoy mirando la pantalla y todavía no puedo creer en el título. Me siento orgulloso de todo lo que he logrado pero todavía hay tanto camino por recorrer. Por el momento yo estoy aquí con las mismas ganas que tuve desde aquella vez cuando publiqué una complaciente reseña sobre La Bistecca. No soy el mismo que vivía feliz comiendo en restaurantes de buffet y, obvio, Lima tampoco lo es. Así que la aventura continua y continuará por mucho más tiempo. Mucho más.

Ahora sí. ¡A celebrar!

viernes, 20 de febrero de 2015

Chicago IX: El vicio de comer chocolate.

A veces en el momento menos pensado la inspiración toca la puerta y la dejo pasar para que ella y el teclado se entiendan entre sí. Este post es el mejor ejemplo pues sólo iba a escribir una breve referencia de los chocolates que compré en Chicago cuando, sin darme cuenta, ya tenía una reseña por cada tienda que visité. Y luego se me ocurrió hacer un post temático y nada mejor que los siete pecados (o tentaciones) para hacer referencia a cada uno de ellos. Antes que alguien me corrija, si falta la ira es porque no imagino a nadie molestándose mientras come chocolate.

Teuscher (Codicia)
Les reto a entrar a la chocolatería Teuscher y no codiciar algo de sus vitrinas. Les reto a escoger entre su gran variedad de productos y no codiciar más dinero para llevar más chocolates. ¿Qué les vamos a hacer? Cuando leo que sus bombones y barras se hacen en Zurich y luego son enviados a sus tiendas alrededor de todo el mundo la palabra sobriedad no entra en mi vocabulario.

Apenas uno entra a la tienda es difícil mantener la ecuanimidad. Por un lado están las cajas de chocolates en diversas presentaciones (había una colección Mozart incluso!). Por otro están los empaques especiales para Navidad adornados exquisitamente. Y en el counter había una vitrina con bombones en diversas formas y sabores para llevar al peso. Pedir más es imposible. Vale la pena indicar que los precios no son muy económicos que digamos pero cuando uno puede comprar trufas hechas con champagne Dom Perignon el dinero se convierte en algo accesorio. Les advierto que van a dejar la vida en esta tienda pero saldrán felices.

La tienda de Teuscher queda en Bloomingdales North Michigan 900, Piso 5.
Recomendación: Las trufas de champagne.

Godiva (Lujuria)
Cuando fui al Water Tower Mall en busca de algunos encargos vi un logo que me dejó paralizado. ¡Godiva! ¿Cómo es posible que me hubiera olvidado de buscar un local de esta reconocida marca? No me demoré ni un minuto en ingresar a la tienda y coger un producto tras otro, con tal emoción que la dependiente se ofreció a ayudarme. Recien cuando llegué al counter y me informaron el monto de mi compra acepté que no es bueno dejarse llevar por las pasiones. ¿O sí?
No hay mucho que agregar cuando se menciona el nombre Godiva. Originaria de Belgica y con casi 90 años de historia es una marca que se distingue por su gran variedad de productos: galletas, bombones, trufas, barras, cualquier producto imaginable hecho con chocolate estaba en sus góndolas. Y si hablara de los empaques, cada uno era más lujoso que el otro y son el regalo perfecto para esas personas especiales que esperan a nuestro regreso. Dicen que los chocolates Godiva son caros, pues échenle la culpa al margen que pone el importador porque acá en la tienda los precios eran más que razonables. Claro, mientras no lleven un cargamento de chocolates como el blogger.

La tienda de Godiva queda en el Water Tower Mall, 835 North Michigan Avenue.
Recomendación: Las cajas de bombones y trufas.

Fannie May (Gula)
Cada vez que entraba a la tienda de Fanny May nunca faltó la encargada que, muy sonriente, siempre me ofrecía una bandeja llena de bombones para que las pruebe sin ningún compromiso. Confieso que visité este local varias veces sin comprar nada, sólo por el afán de probar cada vez un producto distinto.

Fannie May es una marca que existe desde el año 1920. Inicialmente comenzó como una confitería pero con el tiempo incursionó en el negocio de los chocolates. Lamento no haber llevado su producto estrella: el pixie (pecanas bañadas en caramelo cubiertas de chocolate) pero no soy muy fan del caramelo. Me incliné por sus trufas de frambuesa, los bombones relleno de crema de maní y unas cajas especiales para Navidad. Pero la cereza del pastel fueron sus barras hechas con cacao de origen. Madagascar 63%, un cacao intensamente frutal y con un sabor prolongado a frutos del bosque y  Concha 70%, un blend de cacao amazónico, Arriba y Maracaibo criollo. Así que no se dejen distraer, si bien las estrellas son los productos de confitería en sus estantes pueden hallarse algunos tesoros.

Fanny May queda en 343 North Michigan Avenue
Recomendación: Las barras y las trufas hechas con cacao de origen.

Ghirardelli (Pereza)
Sólo de entrar a la tienda de Ghirardelli y ver los clásicos "squares" por decenas para que uno arme su canasta al gusto ya me daba una flojera de antología. Con tantas variedades para escoger es increíble que no me haya animado a armar un paquetito. 

No quiero sonar mezquino pero con tanta barra de chocolate de origen que había encontrado estaba bien difícil que me sorprendieran. Mejor dicho, ya tenía la mochila llena de chocolates y era imposible que pudiera cargar algo más. Pero como no había llegado tan lejos para regresar al hotel con la manos vacías me conformé con llevar una mezcla especial para preparar chocolate en taza y una barra de repostería 65% de la cual daré buena cuenta intentando hacer brownies.

No me juzguen por no probar sus postres y bebidas con chocolate, tecnicamente bajé del avión y con las mismas salí en busca de las tiendas antes que me ganara el feriado de Acción de Gracias. Hice gala de mis fuerzas de flaqueza pero después de 8 horas volando no habían muchas reservas.

La tienda de Ghirardelli queda en 830 North Michigan Avenue.
Recomendación: Escojan la opción Pick n' Mix y armen un paquete a su gusto.

Vosges Haut (Soberbia)
Comprar chocolates sin preguntar el precio es algo que no se lo recomiendo a nadie. Cuando estén en el counter se darán cuenta que la soberbia tiene un precio muy alto. 

Katrina Markoff, graduada de Le Cordon Bleu y con experiencia en El Bulli, decidió recorrer el mundo para descubrir nuevos insumos y sabores. Es así que nace Vosges Haut, una marca de chocolates cuyo lema es "Travel the world through chocolate" Que no les sorprenda encontrar especias, hierbas, flores y demás ingredientes en sus trufas y barras de chocolate. Sólo para que se den una idea pregúntense cuándo fue la última vez que comieron un bombón de queso Taleggio o de algas, chía y sal de Himalaya. Increíble, ¿no?

No me haré el conocedor ya que no suelo correr riesgos con sabores extravagantes y me conformé con investigar las barras. La de hibiscus rellena de caramelo de blood orange es la prueba que cítricos y chocolate amargo son el matrimonio perfecto. Pequeña y demasiado simple muestra de todo lo que se puede encontrar en sus estantes.

Vosges Haut queda en The Shops at North Bridge, 520 North Michigan Avenue.
Recomendación: Déjense guiar por su espíritu aventurero. Es una chocolatería única.

Eataly (Envidia)
Tal como prometí Eataly se merece un párrafo aparte por su espectacular sección de chocolates. Luego de visitarlos es imposible no sentir envidia de la gente que vive en Chicago y tiene a disposición tamaña variedad de chocolates italianos. Lo más escandaloso fue encontrar un chocolate hecho con cacao de Apurímac cuya existencia desconocía. ¡Que vergüenza blogger!

La sección de chocolates de Eataly es el sueño de todo fan del chocolate. No sólo tienen un counter donde se venden bombones artesanales al peso. También están las clásica marcas italianas con todos sus productos. Sin embargo donde casi perdí la razón fue cuando descubrí la marca Domori y sus tabletas hechas con cacao de origen. Y creánme, no es lo mejor que tienen. Basta con nombrar la palabra Chuao para que se hagan una idea. Incluso para los más puristas descubrí el "ciocolatto di modica", un método italiano tradicional por medio del cual el chocolate queda con una textura granulosa y más rústica. Dudo que en el mediano plazo pueda encontrar un lugar parecido.

Eataly queda The Shops at North Bridge 43 E, 520 North Michigan Avenue.
Recomendación: Compren todo lo que puedan. Para lo demás existe la tarjeta de crédito.

domingo, 15 de febrero de 2015

Chicago VIII: La valentía del blogger

Fachada de Lao Sze Chuan
Si tuviera que escribir sobre mis aventuras con el picante extremo podría evocar tres experiencias memorables. Una vez en casa de una amiga, su mamá no tuvo mejor idea que preparar salsa huancaína con un toque de rocoto. El picante infernal me hizo olvidar que estaba mal de salud y la consumí feliz de la vida con las papas serranitas que sirvió. También recuerdo otra ocasión cuando me trajeron un chilcano de pescado y por hacerme el creativo le agregué una rodajita de ají limo. Suficientemente picante para darme una idea a qué sabe el fuego líquido. La última experiencia fue en el Four Seas International House cuando me enfrenté con el lado más duro de la comida de Sichuán: cacerola de pescado con ají chino. Mi amiga se tomó el trabajo de separar los ajíes pero yo me hice el valiente y probé un trocito. Santo remedio para el complejo de demostrar que uno lo puede comer todo. Sin embargo nada me había preparado para lo que iba a experimentar en Lao Sze Chuan. ¿O sí?

Vista del salón
Tal como mencioné en el post anterior cuando fui a la estación del metro recibí ayuda. Ya había revisado en Google Maps y tenía claro como llegar a Chinatown aunque el temor de visitar una zona por primera vez siempre está presente. Pero no se preocupen, al final del post les dejaré las indicaciones necesarias para ubicar el restaurante de marras.
Cuando llegué al local me encontré con una puerta cerrada. ¡No puede ser! ¡Tanto planear la visita para que el restaurante no atienda en ese horario! Ya me iba a retirar desanimado cuando la Providencia me  dijo: "Blogger. ¿y si estás viendo la puerta de servicio?" ¿Qué le vamos a hacer?. A veces puedo ser realmente distraído. Apenas entré me senti como si estuviera en un chifa al paso de Lima. Ambiente sencillo, sillas de plástico y una inmensa carta en chino con subtítulos en inglés lista para que yo empiece mi aventura.

Szechuan Smoked Tea Duck
De cortesía pusieron en mesa una platito de col picada en juliana. Intuí que sería como el piqueo frío de Four Seas International House pero cuando sentí la presencia del picante en boca algo me dijo que en este restaurante no se irían por las ramas cuando de servir comida tradicional se trata. Comencé con los Pork Pot Stickers, dim-sum muy parecido a las gyozas japonesas, primero se fríen para sellarlo y luego termina de cocerse al vapor. No hubo sorpresas pero me alegra un relleno generoso y bien preparado. El mundo de los dim-sum es todavía terreno ignoto para mí sabiendo que en Lima no está muy difundido entre los comensales peruanos que no suelen (solemos) aventurarnos más allá del wantán frito o el siu-mai.

Continué como plato de fondo con el Szechuan Smoked Tea Duck. Pequeña decepción, la piel no estaba tan crocante como manda la receta. Digo pequeña nada más porque la textura y el sabor de la carne eran impecables. El punto de cocción correcto aseguró que la carne estuviera suave. Ni siquiera fue necesario acompañarlo con la salsa del horneado por el sabor tan intenso. Punto aparte para el aroma a té del plato tal cual se esperaba. Me he quedado con el clavo e investigaré si puede encontrarse en Lima pues si bien lo probé hace varios años en el O-Mei dudo que estuviera a este nivel.

Chef Special Dry Chili Chicken
Luego vino la prueba de fuego, literalmente hablando: el Chef Special Dry Chili Chicken.  Cuando el plato llegó a la mesa y vi esos ajíes de color rojo intenso se me hizo un nudo en la garganta. Créanme, el plato en sí no es gran cosa, al final trozos de pollo crocante se pueden encontrar en cualquier esquina. El factor decisivo es la presencia del ají que lo convierte en el plato más picante que he probado en toda en mi vida. Por más que comía una cucharada de arroz por una de guiso para rebajarlo era imposible no resoplar con cada bocado. Ok, me ganaron la partida y realmente me la pasé el resto del día comiendo yogur y tomando agua helada pero cumplí con mi obligación de blogger. Y ciertamente lo volvería a consumir pues fue un placer infernal.

Chengdu Glutinous Rice Balls
No hay almuerzo sin postre y en este caso cualquier opción hubiera sido suficiente para apagar el incendio que tenía en la boca. Sin embargo estas bolas de arroz glutinoso rellenas de ajonjolí negro no resultaron tan dulces como pensaba. Quizá el tema es que uno viene con el "chip" de los postres peruanos que, dejémonos de chauvinismos, a veces son realmente empalagosos. Quizá lo que me hizo más difícil terminarlo fue la salsa de vino que lo acompaña pues el alcohol es demasiado intenso. En cuanto a la atención no esperen milagros, ya es suficientemente difícil hacerse entender en otro idioma pero como los platos están numerados pueden utilizar ese recurso para salir del paso.

Para llegar a Chinatown tomen la Red Line y bájense en la estación Cermak. Caminen en dirección contraria al arco para llegar al Boulevard. Al final de este se encuentra Lao Sze Chuan. Hay tiendas de productos chinos que pueden visitar pero no se muestran muy amables con los turistas. En fin.

Lao Sze Chuan queda en 2172 Archer, Chicago.

sábado, 7 de febrero de 2015

Chicago VII: Tan lejos, tan cerca

Luego de 18 días sin probar un plato de comida peruana ya estaba comenzando a desesperarme. Vamos, sé que al estar en otro país tenía infinidad de posibilidades para investigar nuevos estilos de cocina pero ya me hacía falta un probar un ají diferente a la salsa tabasco. La infinita cortesía de Gastón Acurio hizo que un simple mail de consulta tenga como resultado una invitación a Tanta Chicago y la oportunidad de encontrarme con Victoriano López. Que lujo.

Nigiri criollo
Si hay algo que debo agradecer a la Providencia es haberme alojado en el Radisson Blu Hotel. No sólo me encontraba a cinco minutos de mi oficina sino que estaba relativamente a un paso de los malls, los lugares turísticos y a cualquier restaurante que se me ocurriera visitar. Y eso sin dejar de mencionar al CVS donde todos los días me compraba una barra de Lindt. Después de consultar Google Maps me di cuenta que tampoco estaba muy lejos de Tanta Chicago. Aprovechando que salí temprano de la oficina me alisté muy emocionado para el esperado reencuentro con la comida peruana.

Llego a Tanta y me reciben en la barra con un peruanísimo pisco sour. No soy experto en mixología pero logro percibir que es menos dulce y no tan cargado de alcohol, factores entendibles por la obligación de adaptarse al paladar americano. Victoriano López aparece y me informa que es el trago más vendido del restaurante. Con un año y tres meses intuyo que el restaurante ya está bien cimentado. Noto un público netamente americano y variado: grupos de amigos, parejas y personas solas disfrutando de una carta concisa pero con los mejores platos de comida peruana. ¡Hasta un chaufa aeropuerto se puede encontrar!

Cebiche clásico
Viendo el local lleno es innegable el éxito del restaurante. Y la pregunta cae por su propio peso ¿Qué es lo que ha logrado Tanta que no hizo La Mar en New York? La respuesta no me sorprende, el público de Chicago es más abierto a recibir nuevas propuestas gastronómicas. Habiendo estado en las dos ciudades puedo afirmar que en la "Windy City" la gente es extraordinariamente amable. Durante los 28 días que estuve percibí todas clase de gestos corteses, desde pedir disculpas si es que por alguna razón se topaban conmigo, ofrecerse a tomar fotos en las atracciones turísticas o prestarme ayuda cuando no sabía que ruta tomar en el metro o bus. Sin embargo en Nueva York...

Como suelo hacer cuando me invitan a un restaurante prefiero que el chef elija los platos por mí. Digamos que él sabe cuáles son sus armas secretas, léase especialidades.  Comenzamos con un nigiri criollo: arroz sushi, conchas de abanico, jugo de lomo saltado y crema de rocoto. La textura del arroz sushi es impecable, melosa y sin verse afectada por el jugo del lomo saltado. Los sabores del rocoto y el saltado son equilibrados y las conchas no pierden protagonismo. Seguimos con un cebiche clásico de mahi-mahi. Aquí no se creen en la diplomacia, el picante del ajpi estalla en boca y me pongo a pensar como afrontan los americanos este reto que, incluso para mí que estoy acostumbrado, se me antoja muy intenso. Según me comenta Victoriano no hay ningún inconveniente para conseguir insumos peruanos de todo tipo en Estados Unidos y replicar los platos adecuadamente.

Anticucho de corazón. Anticucho de pulpo
La causa de cangrejo con tartar de palta no trae sorpresas pero sí mucha alegría. ¡Después de tanto tiempo sentir la papa con el limón! Un toque de salsa huancaína casí me hace soltar una lágrima al reencontrarme con este plato tan casero pero muy querido. La presentación en forma de una bolita de papa con el topping de los ingredientes se me antoja más elegante que la tradicional. Continuo con dos palitos de anticucho: corazón de res con ají de huacatay y chalaquita y de pulpo con chimichurri y crema de aceituna. Cuando se habla de anticuchos el punto de cocción lo es todo. La porción que me sirven es pequeña, como un "appetizer" y han prescindido de la papa dorada.


Vale la pena hacer un comentario. Al haberme ubicado en la barra disfruto de un sitio estratégico que me deja una amplia vista del salon. Puedo observar como trabajan en la estación de cebiches y también espiar disimuladamente las reacciones de los clientes al probar los platos. Pero lo que me deja atónito fue cuando vi como el gerente del local inspeccionaba los platos y con un par de palitos chinos se aseguraba que el emplatado sea perfecto. ¿Obsesión por los detalles? Eso sólo lo veo en (algunos) restaurantes de hotel y merece palabras de elogio.

Lomo saltado
Termina la cena con un reto que le planteé al sous chef. Un plato con tanta historia y cuya versión final resume varios estilos de cocina. Sólo pregúntense ¿quién le agregó sillao al lomo? Primer detalle: papas fritas adentro, si ya sé que es cuestión de gustos pero cuando se utiliza papa peruana. crocante por fuera y arenosa por dentro. La carne en el punto correcto de cocción, rosada y manteniendo todos sus sabores. El ahumado infaltable y un toque preciso de sillao me hacen sentir orgulloso que sea idéntico al que se come en Lima. Blogger convencido, reto superado.

Pero faltaba el cierre de fiesta que vino en forma de un alfajor con manjarblanco de lucuma, salsa de chocolate y helado de vainilla. Si el chocolate y la lúcuma hacen un matrimonio perfecto para toda la vida, agregar helado de vainilla ya es una tentación en la cual definitivamente caeré. Noten en la foto los puntos de vainilla natural en el helado y el brillo del chocolate. Impecable. Está claro que no han descuidado la carta de postres y se puede encontrar verdaderos clásicos aunque, por error, olvidé consultar al personal sobre la acogida que tienen.

Alfajor. Manjar de lúcuma. Helado de vainilla.
La experiencia en Tanta fue muy satisfactoria. Me alegró encontrar platos bien preparados y muy parecidos a los que se encontrarían en cualquier restaurante de Lima. Si bien es necesario tomar en cuenta que los americanos tienen gustos diferentes pueden ver en las fotos que no se han hecho cambios radicales. La conversación con Victoriano López fue muy extensa y hablamos sobre el reto que significa llevar nuestra gastronomía a otro país y todo lo que implica administrar el restaurante. Mi agradecimiento a Gastón Acurio y todo el equipo de Tanta Chicago que me hicieron sentir como en casa.

Camino de regreso al hotel feliz de la vida con lágrimas en los ojos y aceptando que, no es exageración, lo que más extrañamos los peruanos cuando nos vamos del país es nuestra comida. Nuestros platos a veces recargados de condimentos y combinaciones exageradas pero que son parte de nuestra vida. Y de nuestra esencia.

Tanta queda en 118 West Grand Avenue.