lunes, 22 de octubre de 2018

De las escapadas: Arequipa (III)

8:00 (Alegría)
Fachada del local. Media porción de adobo.

Luego de la inesperada debacle en Sabor Caymeño mis expectativas de comer un buen adobo en Arequipa se vieron muy melladas. Sin embargo, todo blogger gastronómico siempre debe tener un as (léase recuerdo) bajo la manga, así que hice uso de mi plan B: Super adobo arequipeño, un local que ya desde el nombre promete una experiencia diferenciada, o de lo contrario... un exceso de optimismo.

Desde el momento que me siento y el mozo trae el pan de tres puntas, tengo claro que acá no se andan por las ramas. Este pan inmenso, crocante por fuera y migoso por dentro, promete ser el mejor acompañamiento del adobo. Cuando me traen la media porción del adobo (S/17.00) deduzco que en el otro local me vieron cara de limeño. Pruebo una cucharada y sonrío hasta el último rincón de mi alma. Por este plato he venido a Arequipa, un caldo de sabor intenso, un corte de cerdo tierno y sabroso y en cada cucharada un poco más de felicidad. A mí no me compete afirmar si este es el mejor adobo de Arequipa, mas sí puedo decir que tienen dos excelentes manera de cerrar el almuerzo. Una taza de té piteado y después una caminata ligera por el mirador de Yanahuara. Con experiencias así, como no te voy a querer tanto Arequipa.


Super Adobo Arequipeño queda en Ugarte 214, Yanahuara.

12:00 (Epifanía)
Fachada del local. Rocoto relleno de camarones.
Sonccollay (En quechua "corazoncito mío"), ¿Cuánto tiempo ha pasado desde nuestro último encuentro? No me atrevo a contar los años, pero aún están presentes en mi corazón todos los recuerdos.

Llego temprano a Sonccollay cumpliendo mi estrategia infalible para visitar los restaurantes de Arequipa. El resultado es óptimo, sigo sin toparme con hordas de turistas desesperados por encontrar mesa. Escojo tranquilamente una ubicación con la mejor vista de la plaza de Armas. El ambiente me sigue siendo familiar. Los manteles de vivos colores, la carta en tres idiomas, los jarritos de cerámica para las bebidas... y ¡oh novedad! unas odiosas palomas esperando que se caiga una migaja de comida para atacar sin reparo alguno. Bichos de marras.

Cancacho de alpaca. Ensalada fresca,
Tubérculos asados. Cremas de la casa.
Para los que no han leído los post anteriores, Soncollay tiene una propuesta de comida pre-inca. La idea es prescindir de insumos que trajeron los españoles como el ajo, la cebolla y la res, y usar técnicas como la cocción en piedra volcánica. No se les ocurra hablar de frituras ni lácteos en este restaurante.

Mi jornada se inicia con el rocoto relleno con camarones. No hay huevo ni queso, sino una crema de chochoca y maní de sabor neutro que sirve para aplacar el sútil picor del rocoto, pero no para opacar el sabor fresco de unos camarones al punto.

De fondo elijo un cancacho de alpaca (S/51.00). Asado a la perfección, sazonado con orégano, muña y sal es un plato que debe consumirse con las manos. Olvídense por un minuto de las reglas de urbanidad y viajen en el tiempo. ¿Acaso los incas usaban tenedor? Los acompañamiento son tan espectaculares como el plato principal. Tubérculos (papas nativas, camote, oca) asados  al punto que se pueden comer con cáscara y todo. Para refrescar el paladar una ensalada de palta, tomate y sachatomate. Punto aparte para la presentación, tan sublime como el plato en sí.

Chocolate con frutas de estación.
La jornada finaliza con un postre sencillísimo. Chocolate de Quillabamba derretido sobre frutas de estación (S/33.00). No hay ciencia en este postre, más si la soberbia calidad del chocolate sobre la fruta más fresca que se puede conseguir en esta ciudad. Suiza, envídianos.

Me retiro de Sonccollay con excelente sabor de boca. Los años pasaron, pero se mantiene la calidad y la consistencia en las recetas. Mejor aún, han incluido otros platos en carta para satisfacer a un público exigente de nuevas tendencias (Léase veganos). De mi parte solo puedo agregar que este restaurante, aunque no figure en ránkings ni listas de prensa especializada, sigue siendo de visita obligada si están por Arequipa. Palabra de blogger.

Sonqollay queda en Portal San Agustín s/n Arequipa.

18:00 (Lozanía)
Interior del local. Terraza.
Focaccia. Pizza Azul con prosciutto,.
Confieso que me embargan todas las dudas del mundo cuando encuentro un restaurante que tiene la palabra "orgánico" en su nombre. Peor aún, si me dicen que usan masas con cereales andinos y toda esa parafernalia, el escepticismo invade todo mi ser. Sin embargo, de vez en cuando puedo equivocarme en gran estilo.

Es temprano y el local de Las Gringas ya muestra concurrencia. Entro al ambiente principal y me resigno a ocupar una mesa comunal, felizmente sin comensales. La moza trae la carta, una simple hoja de papel bond con pizzas y ensaladas y en el reverso una calavera en blanco y negro para colorear. Felizmente prescindieron de las mandalas.

Empieza mi jornada con una media focaccia (S/10.00). De acuerdo a la carta se hornean diariamente y yo no lo pondría en discusión. Me alegra encontrar una foccacia de corteza crujiente, de interior suave, y sin ningún exceso de grasa como suele suceder. Valga la advertencia, la media porción alcanza sobrado para cuatro personas. De fondo llega una pizza "Azul con prosciutto" (S/30.00). Basta ver la corteza delgada para convencerme que fue un acierto escoger este local para cenar. Tocino artesanal y prosciutto harán las delicias de los carnívoros, pero la inclusión de arándanos fue el twist que le dio más personalidad. 

Con una fugaz visita no puedo dar una opinión completa de Las gringas, mas si puedo afirmar que me deja con muchas ganas de regresar a otra hora del día. Si bien en su carta hay opciones vegetarianas y veganas, no han descuidado a un público carnívoro que también desean comer algo bien preparado. Me queda el clavo de probar otras opciones de su carta, así que háganlo ustedes por mí y luego me lo cuentan. 

Las Gringas queda en Santa Catalina 204, Arequipa.

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