lunes, 1 de diciembre de 2014

Chicago III: ¡Que viva México!

Vista de la entrada
Once horas en el avión, dos horas de escala en Houston, una hora en el transfer hasta el downtown de Chicago. Digamos que al llegar al hotel estaba pensando más en un duchazo y echarme a dormir que en salir a investigar nuevos lugares. La pregunta obvia sería: ¿Por qué entonces no comer en el hotel, blogger? Muy sencillo, porque los precios se me antojaban tan elevados como almorzar en un restaurante peruano de marca. Además no había llegado tan lejos para comer makis.

Felizmente antes de viajar a Chicago el encargado de la oficina envió una lista a los participantes con una gran variedad de restaurantes para comer en los alrededores. Diferentes estilos de comida (fast-food incluido) a diferentes precios como para hacer una aventura culinaria durante todos los días que tenía a mi disposición. Consultando Google Maps vi que a la vuelta del hotel estaba Mezcalina, the art of mexican food. Sabiendo lo decepcionante que es la comida mexicana en Lima no lo pensé dos veces antes de planear mi cena.

Taco de chorizo
Como era de esperar los mozos saben español y es más sencillo preguntar sobre los platos para decidir qué ordenar.  Para comenzar sirvieron totopos de cortesía. No hay ciencia, son las mismas tiras de tortilla fritas (no confundir con los nachos) que he probado antes pero el twist definitivo son las salsas que los acompañan. Tres chiles: morita, serrano y de árbol. Disfrutar el sabor más no el picante es todo un reto pero yo me quedo con el chile morita por su intensidad. Tranquilamente habría acabado con el bol pero me hubiera llenado antes de tiempo. Me alegré de probar tacos, aunque según me explicaron no tienen nada de mexicanos, pero de todos modos disfruté con la preparación artesanal de las tortillas y la tremenda variedad de rellenos. Difícil que les explique acerca de todos porque me extendería demasiado. Ojo que también lo tienen en versión de "torta" que no es nada más que el mismo relleno pero dentro de un pan ciabatta tamaño familiar. Ahora entiendo la fascinación de El Chavo (Descansa en paz, Chespirito) con las tortas de jamón.

Chuleta manchamanteles
La chuleta manchamanteles es un plato solo para valientes. Una chuleta de cerdo tamaño familiar cocida al horno y servidad con salsa de ciruela y chile ancho. La clave está en el punto de cocción que mantiene la carne jugosa. Los acompañamientos son zucchini y chayote (especie de calabaza) salteados. Me quedo con el puré de camote porque se siente el sabor del tubérculo, muy alejado de la versión peruana que más parece un postre. La cecina adobada me hizo recordar mis experiencias con la cecina selvática, a veces es una carne muy salada, a veces es muy correosa y por eso no está entre los platos que suela consumir frecuentemente. En este caso la cecina funciona porque es blanda y se siente el sabor de la carne. Ojo que la sirven con frijoles negros refritos, guacamole y salsa de tomate ahumado para que uno lo sirva sobre una tortilla al mejor estilo de México.

Pato en coloradito
Los otros platos que ordené me sirvieron para desmentir algunas leyendas urbanas que rondan los restaurantes peruanos. Primero el pato en coloradito, un ,magret en salsa de chile ancho con arroz y verduras salteadas. Primer detalle, que buena preparación la del pato, punto de cocción adecuado, carne blanda y su delicioso toque de grasa natural. ¿Ya ven señores restauranteros de Lima que no es difícil cocinar pato? La salsa resultó muy parecida a la que acompañó la chuleta. El acompañamiento no trajo sorpresas, suficiente con decir que hizo acto de presencia, aunque no se necesitaba más. Igual de bien me fue con el pulpo chintextle que, vagamente, me recordó a un picante de mariscos. Vale la pena indicar que el chintextle es una salsa típica de Oaxaca preparada con chile pasilla y camarones secos mediante un  largo proceso que resulta en sabores intensos y una textura consistente y que se complementa adecuadamente con el sabor del pulpo. Nuevamente me pregunto por que no podemos replicar lo mismo en Lima. ¿Cuántas veces me encuentro con un arroz con mariscos donde el exceso de ají panca explota en boca o que se ha pasado tanto de cocción que es imposible consumirlo?

Pulpo chintextle
Me retiro de Mezcalina satisfecho con la aventura de la comida mexicana. Es obvio que siendo extranjero podría haber pasado por alto algunos detalles técnicos pero nada que juegue en contra de la calidad de su propuesta. La atención fue correcta, los mozos siempre se tomaron el trabajo de explicarme como es la preparación de cada plato e incluso me dieron indicaciones sobre la manera adecuada de consumirlos. Obvio no caer en la peruanísima manía de echarle ají a todo. El último día tuve ocasión de conversar con el administrador quien me dio una breve clase de historia sobre la influencia española en la gastronomía mexicana y el por qué de la importancia de la región de Oaxaca, territorio al cual los españoles nunca llegaron por lo inaccesible. En fin, luego de haber visitado este restaurante siento que he conocido un poquito más de la cultura mexican y sólo me queda decir: "Que viva México"

Mezcalina queda en 333 Benton Pl., Chicago.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Se me hace que esa lista de sugerencias de restaurantes la incluyeron cuando supieron que un vicioso de la comida iba en el viaje.
Y esa chuleta, ¿mancha manteles?