domingo, 18 de diciembre de 2016

Arlotia (Tiempo de volver)

A veces lamento no visitar más restaurantes ubicados en el distrito de Barranco. Luego me acuerdo del tráfico y se me pasa.

Fachada del local. Croquetas. Montaditos.
Con cuatro años de presencia Arlotia ya tiene un camino muy bien definido:  una consistente selección de platos resultado de la fusión de comida vasca con insumos peruanos. Lo mejor de todo, marca la diferencia frente a la mayoría de restaurantes de comida española donde no varían de la eterna trilogía tortilla española-paella-cochinillo 

Aún guardo buenos recuerdos de mi última visita cuando probé un correcto pulpo a la gallega (S/.19.00) con el punto de sazón correcto y una textura muy bien lograda. Los callos a la donostiarra (S/.22.00) se alejan de la versión madrileña por la inclusión de txistorra y jamón serrano y que se disfruta al mejor estilo remojando un trozo de pan en esa salsa cremosa de sabores intensos. El último plato fue un arroz caldoso vasco (S/.33.00) casi un aguadito pero matizado con azafrán y una generosa combinación de cerdo, langostinos y calamar. Digamos que no fue uno de los mejores platos del día pero satisfizo mis ansias de probar algo nuevo.
Pulpo a la gallega

Con tan buenos resultados estaba clarísimo que regresaría en el corto plazo para evaluar el resto de la carta. Mi idea era regresar con una amiga española que sabes más que yo de estos temas pero  el tiempo y responsabilidades laborales hicieron que dilate mi visita. Hago un mea culpa, dejé pasar mucho tiempo para regresar.

Saliendo muy temprano de casa logré evitar la congestión vehicular durante la mayor parte del trayecto. Vana esperanza que se derrumbó cuando llegué a ese malhadado cruce de la avenida San Martín con Unión y Domeyer, todo un reto para la tolerancia del mejor conductor. Y si le agregamos el sol playero que ya nos acompaña, como que manejar no es una de mis actividades favoritas de la temporada. 

Entro al local y descubro que sigue tan acogedor como siempre. El mobiliario de madera, cuadros con paisajes del País Vasco y, lo más importante de todo, la presencia de los restauradores Pamela y Bastien, a cargo de los fogones y el salón respectivamente. Valga la pena mencionar el viejo y conocido refrán: "Al ojo del amo engorda el caballo" Aunque yo agregaría que no hay activo más valioso que la atención personalizada al cliente, activo que sólo el dueño de un restaurante puede entender.

Piquillos rellenos
Empieza la aventura con una degustación de croquetas (S/16.00 por 6 unidades). Con el interior cremoso y la costra crujiente ya tienen media tarea resuelta. Aunque no se han quedado atrás en lo que es creatividad.  A ver ¿cuándo fue la última vez que probaron una croqueta de salchicha huachana con huevo duro? Recomendable pedir la tabla con todos los sabores. Lo mismo vale para los montaditos (S/24.00 por 6 unidades). Con más de doce variedades es difícil que no encuentre uno a su gusto. De primera mano me quedaría con el de pejerrey con tártara de rocoto por su endiablado toque picante. Sigue en mis preferencias el de bondiola con cebolla caramelizada aunque yo recomendaría un twist para potenciar este corte tan sabroso. El de chorizo de Pamplona con revuelto de huevo y ajo tierno podría mejorar si se miden con la cantidad de este último ingrediente. Como piqueo los montaditos funcionan de maravilla pero si van a almorzar una basta y sobra como abreboca. Pedir otro es caer en el riesgo de llenarse rápido.

El tartare de pescado (S/.32.00) sigue la base de la receta tradicional. Sin embargo la presencia del salmorejo (gazpacho con miga de pan) es un tiro de largo alcance. Aporta una nueva dimensión al plato aunque puede encubrir involuntariamente el sabor del pescado. Mejor si lo piden aparte en una jarrita y cada quien lo agrega a su gusto. Los piquillos rellenos (S/.20.00) son una agradable sorpresa. Sí, el blogger que siempre renegaba del pimiento, un viejo terror infantil, acá terminó devorando hasta el último trozo. Me dicen que han remplazado el bacalo con un guiso de tollo. 

Carrillera de res
Para terminar llega una espléndida carrillera de res (S/.34.00). El corte ha sido cocido lentamente con verduras y vino tinto hasta lograr un resultado óptimo. Basta hincar suavemente el tenedor para ver como la carne se deshace. Lo acompañan con un puré de camote morado, una variante al eterno puré de papa, que para mi gusto funciona adecuadamente. En cuanto a la presentación los hilos de camote son un detalle prescindible, a menos que quieran ver algo más de color en el plato. El almuerzo termina con una inesperada creme brulee de mango (S/.11.00), no logro recordar que alguien se haya animado a preparar esta receta con frutas pero sí que funcionó. Vale la pena agregar que la sección de postres es diminuta pero cumple lo justo y necesario.  

Arlotia me deja excelente sabor de boca. El ambiente es acogedor y la carta trae algo para todos los gustos. Yo les recomendaría investigar platos nuevos y si tuvieran alguna duda siempre habrá alguien que les dará más detalle sobre la preparación. Yo me retiro con la sensación de haber almorzado en un comedor de familia, donde cada plato no sólo destaca en técnica sino también en todo el cariño por el cliente.

Arlotia queda en Av. Grau 340, Barranco
Horario: Martes a sábado de 9.00 a 23.00
Ticket promedio: Entradas: S/.15.00-26.00 Fondos: S/.28.00 - 38.00
Teléfono: 256-2269
Estacionamiento: No. Pero en los alrededores hay varias playas a precios razonables.
Volvería: Sí. hay razones de sobra para hacerlo.

1 comentario:

Gabriela dijo...

Felizmente volviste.